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El sistema agroalimentario global actual es insostenible desde una óptica tanto económica, como social y ambiental. Se sustenta sobre la concentración de la cadena de suministro de alimentos en muy pocos actores, quienes detentan el poder de decidir qué comemos, donde encontramos esos alimentos y a qué precios (cada vez más especulativos). Estos alimentos, además, son cada vez más procesados e industrializados, menos saludables y nutritivos, y en muchos casos recorren larguísimas distancias desde sus lugares de origen hasta sus destinos de consumo (los denominados “alimentos kilométricos”), desencadenando graves impactos sociales y ambientales en los territorios.

Por otra parte, se identifica una tendencia a nivel global que muestra la creciente concentración de población en los núcleos urbanos, tanto en el Norte como en el Sur global. En Europa, y especialmente en Latinoamérica, asistimos a ciudades en progresiva expansión y crecimiento que se tornan mega urbes insostenibles, en términos de abastecimiento de alimentos, generación de residuos y consumo de energía y materiales. Además, en barrios más periféricos, degradados y vulnerables de muchas de estas ciudades, el acceso a alimentos frescos y saludables de proximidad (en términos de disponibilidad y de precio), se convierte en una verdadera problemática para determinados estratos sociales (fenómeno denominado “desiertos alimentarios”). En consecuencia, es imperioso relocalizar más territorialmente las economías, resituando la producción de alimentos sanos y el consumo a nivel local, y dotando de mayor protagonismo a los actores locales (especialmente agricultores y consumidores) en el marco de una verdadera transición eco-social de nuestras sociedades.

Feria Agroecológica de agricultores familiares de «Las 3 Colonias» del Municipio de Bellavista, Corrientes (Argentina)

Tanto en Latinoamérica como en Europa, en muchas comarcas y localidades, la demanda local de alimentos podría abastecerse con producción diversificada de alimentos saludables y frescos, procedentes de la propia zona, si se habilitaran las condiciones para que esta economía local se fortaleciera y potenciara adecuadamente. Sin embargo, en muchas localidades rurales de ambos continentes, se da una dependencia de alimentos procedentes de lugares distantes, lo que incide negativamente en la seguridad alimentaria de los territorios, que van perdiendo autonomía y capacidad de influir en sus propios modelos alimentarios de producción y consumo, en el marco general de una cultura alimentaria cada vez más homogénea, y menos saludable y diversa.

Por otra parte, como consecuencia de modelos alimentarios vinculados a sistemas agroalimentarios concentrados, los territorios rurales van perdiendo biodiversidad genética y tradición productiva, van desapareciendo progresivamente oficios y saberes tradicionales ligados a las economías regionales, y también los sistemas alimentarios locales y endógenos que históricamente vinculaban de forma directa a los agricultores con los consumidores vecinos. Con esta realidad avanzando de forma acelerada, es imperioso recuperar y dinamizar sistemas alimentarios justos, saludables, sostenibles y soberanos, empezando por la escala local, revitalizando pueblos, comarcas y territorios rurales.

En este sentido, proponemos vincular el derecho a una alimentación saludable con la propuesta de la economía social y solidaria, diseñando sistemas alimentarios territorializados, locales y endógenos, que permitan articular producción saludable de alimentos sanos, con base en la agroecologia, con consumo local y organizado de proximidad. A través del diseño de estrategias creativas adaptadas a cada realidad local, es posible involucrar a un determinado grupo de actores de la cadena alimentaria de un territorio en una estrategia de autogestión colectiva con eje en la “intermediación solidaria” (frente a la intermediación acumulativa, concentrada y especulativa propia de la cadena agroalimentaria convencional).

En particular, hay ya en marcha, tanto en Europa como en América Latina, múltiples ejemplos de estos circuitos económicos solidarios mediados por los principios y prácticas de la economía social, solidaria y popular, que viabilizan flujos económicos en torno al abastecimiento de alimentos saludables a escala local, garantizan la satisfacción de necesidades de productores y consumidores locales, y se basan en vínculos de confianza mutua, cooperación y compromiso de todos los actores involucrados.

Movimiento Agroecológico de América Latina y Caribe (MAELA).

Así, por ejemplo, encontramos experiencias como los grupos y nodos organizados de consumo (a partir de la autogestión de la demanda de vecinos organizados, clubes, organizaciones sociales, cooperativas,..), ferias locales o ferias francas en ámbitos rurales, mercados territoriales o de cercanía, centrales de compras agroecológicas, comercializadoras de productos de la economía social, cooperativas de productores y consumidores, bancos agroecológicos de alimentos, o supermercados cooperativos. Estas son solo algunas de las múltiples formas posibles de articular de manera creativa a productores con consumidores en torno a sistemas alimentarios solidarios de circuito corto, involucrándolos en formas de participación más activa y democrática con foco en el acceso a una alimentación saludable como derecho y como bien común.

Hay algunas claves que ayudan a identificar modos de prefigurar y fortalecer estos sistemas locales en clave solidaria en torno a la articulación de nodos de producción-distribución-consumo de alimentos saludables:

-La confianza, la transparencia, el compromiso, la cooperación y el bien común son valores y principios que deben mediar, a priori, las relaciones económicas entre los actores de estos circuitos económicos solidarios.

-La organización colectiva de los dos componentes clave de la cadena agroalimentaria es fundamental: la producción, por un lado, y el consumo, por el otro. La autogestión colectiva de este ultimo tracciona y ordena la planificación del volumen y la diversificación en la producción de alimentos, comprometiendo una demanda más ordenada y estable para los agricultores locales.

-La construcción social de los mercados de cercanía permite eludir los dictámenes del mercado convencional hegemónico. En este sentido, son los propios actores de la cadena los que acuerdan como diseñar e implementar estos dispositivos comerciales, generándose vínculos directos o casi directos entre agricultores y consumidores, basados en la confianza, la transparencia y en la participación más democrática en la toma de decisiones (por ejemplo, en la fijación de precios justos, no especulativos, que retribuyan el trabajo de agricultores, y accesibles al bolsillo de los consumidores)

-La innovación social y la tecnología al servicio del bien común (moneda social, plataformas digitales,…) permiten estimular la creatividad y la imaginación de los actores locales a la hora de diseñar formulas flexibles, eficaces y dinámicas, adaptadas a la medida de las características y necesidades del enclave territorial y los protagonistas del sistema alimentario local de que se trate.

-En la medida en que estas formas de intermediación solidaria permitan la generación de más trabajo y la redistribución más equitativa de la renta entre los actores de la cadena alimentaria, mas estimulo habrá para los participantes involucrados en relación al fortalecimiento, sostenibilidad y escala del circuito económico alimentario

Construyamos sistemas alimentarios territorializados y democráticos de base local a través de estrategias de la economía social y solidaria. Estos circuitos socio-económicos no solo aportan a garantizar el acceso a una alimentación saludable de proximidad, sino que también revitalizan el tejido social y productivo de nuestras comunidades, y fomentan la salud socio-ambiental de los territorios.

Maela

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