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La realidad de hoy día nos sitúa en el momento de la historia en que los cambios sociales, tecnológicos y económicos han producido grandes y profundas transformaciones estructurales en el mundo a pasos agigantados y de forma exponencial. Una situación nunca antes vista y producida por una etapa extrema de impacto a la que se ha expuesto el mundo frente a la pandemia sanitaria sin precedentes como la del Covid19. Adaptarse a estos nuevos escenarios ha sido el reclamo urgente para asegurar la supervivencia generándose nuevos modelos sobre la visión caracterizados por conceptos necesariamente innovadores para responder a los grandes retos surgidos y que han evolucionado de forma sustancial. 

Cuando hablamos del mundo laboral, la digitalización o la necesaria internacionalización de las empresas sabemos que se ha favorecido la introducción de ingentes cambios en los procesos de trabajo, en la cultura organizacional, en los puestos y perfiles ofertados en un mercado laboral heterogéneo y de grandes desigualdades, y en las relaciones producidas en ese espacio y en el entorno generado. 

La adaptación a estos cambios tiene una respuesta obligada: si un/a profesional se quiere mantener vigente en estos nuevos escenarios se hace necesario que interiorice que el aprendizaje continuo ha llegado para quedarse. No basta con tener un título, de la rama o estudios que sean. Ese es sólo el inicio de la “gran carrera”. Mejor dicho, es esencial formarse de manera continuada para enriquecer y garantizar las capacidades, aptitudes, actitudes y competencias de aquellos/as que buscan una oportunidad laboral o ya tienen su lugar en el mercado de trabajo y desean mantenerlo, en un espacio en el que cada vez se exige el desarrollo de competencias adaptadas a esa transformación tan profunda que hemos sufrido. El aprendizaje permanente además, permita generar en nosotros/as la motivación y el impulso necesario que nos exige el ser capaces de favorecer procesos para un mayor desarrollo competencial, para ser más productivos y eficientes como signo característico de nuestra propia identidad, y que nos permita realizar una mejor gestión de las tareas en función del puesto de trabajo que desempeñamos y, en definitiva, sumar un valor añadido a nuestras organizaciones. Es así que el mejorar la competitividad en el mundo del trabajo invita al esfuerzo a crecer, madurar, avanzar y a abrir nuevos caminos profesionales centrados en nuestra propia vocación.  

Ana Verona en el proyecto Intégra-T

Desde el punto de vista personal, la importancia de no estancarse es vital para evitar quedarse atrás, y se hace indispensable renovar el saber, el saber hacer y el saber ser para contribuir a enriquecer a nuestras organizaciones y a hacer que los proyectos sean un reto y sean también generadores de buenas prácticas, e incluso en algunos casos marquen un hito en nuevas fórmulas, nuevas formas y nuevos modelos de hacer las cosas. No hay que quedarse en el deseo de querer aumentar el rendimiento, sino en el de aportar verdaderas soluciones (nunca olvidando la innovación y la creatividad) a problemas tradicionales poniendo nuestro granito de arena para hacer mejor la vida de las personas. 

Es cierto que hay que trabajar mucho para poder convertirse en el candidato/a ideal para el puesto de trabajo al que queremos acceder, pero si definimos con claridad nuestro objetivo profesional y nuestro plan de actuaciones para alcanzarlo, podremos convertir ese esfuerzo en un camino lleno de motivaciones y retos para conseguir nuestra propia realización. Se hace fundamental la necesidad de sentir que tenemos ese empuje, esa ilusión y muchas ganas de avanzar profesionalmente para alcanzar un alto grado de satisfacción personal. Un/a buen profesional no termina de formarse nunca

La idea es que los perfiles de ocupaciones emergentes se consoliden como actividades sostenibles, y que puedan ser cubiertos por personas que reúnan las condiciones para que las realicen con un excelente desempeño. Ya se sabe que las profesiones con éxito de hoy no existían hace un lustro y que las que triunfarán dentro de cinco años aún no han aparecido o están apareciendo. 

Todavía no existen algoritmos o aplicaciones capaces de ofrecer el carisma, la alegría, el trato empático que nos caracteriza a las personas por lo que hay que desmitificar que seremos “reemplazados” por robots o por tecnología punta e inteligencia artificial, porque su mismo nombre lo indica “artificial”, nunca la que puede generar la humanidad. Por eso es que el humano con recursos y con talento sigue siendo el eje central y “el alma” de las organizaciones. Aquellos/as que “interpretan y analizan” los datos, los/as que les dan un sentido en la realidad de la organización.  

Con esto no resto importancia a esa tecnología, que es capaz de arrojar datos, detectar cambios en los comportamientos de los/as consumidores y analizar datos cuantitativos que el ser humano a simple vista no es capaz de ver. 

Es por todo esto, que los nuevos puestos generados por la digitalización y la tecnología no descartan en absoluto el que los lideren personas especializadas, expertas, capacitadas y con las competencias necesarias y con una amplia formación que garanticen la realización de un trabajo óptimo, y es allí donde se abre un abanico lleno de posibilidades para la inserción laboral. 

Esta entrada ha sido realizada en el marco del proyecto: “Integra-T con la Economía Social y Solidaria» con la colaboración de la Fundación La Caixa.

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