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Los pasados días 28 y 29 de septiembre de este año fuimos testigo en Osuna (Sevilla, España) del denominado Laboratorio de Innovación Social, organizado por la Escuela de Economía Social de esa localidad, con el lema “Mujeres e inclusión financiera”. Dos días de intensos debates, intercambios y reflexiones, en virtud de la confluencia animada e inspiradora de múltiples mujeres y activistas referentes de las finanzas éticas, inclusivas y solidarias, procedentes de organizaciones y entidades de varias latitudes territoriales (España, Centroamérica y Cono Sur). 

Como afortunada participante, a mi parecer el Laboratorio dejo sembradas algunas oportunidades para explorar la creatividad y la imaginación para la acción, respecto de las finanzas y su rol en el desarrollo inclusivo y solidario de los sectores mas postergados, desde una óptica de economía social, solidaria y comunitaria. Días después, decantando todo lo vivido e intercambiado, algunas preguntas se asomaron a mi sentí-pensamiento… ¿Que involucra el concepto “deuda” y como impacta en nuestras vidas? ¿Son hoy las finanzas un derecho al alcance de todos para mejorar las condiciones de vida de las personas? ¿Por qué el dinero ocupa un lugar tan central en nuestras economías? 

Dinámicas durante el Laboratorio de Innovación Social

En las últimas décadas venimos alejándonos cada vez más de la economía sustantiva y real, en una carrera desenfrenada hacia una economía más crematística y financiarizada. Es por eso necesario apelar al origen histórico y a la esencia del binomio finanzas-deuda. En su magnífica obra “En deuda, una historia alternativa de la economía”, David Graeber se preguntaba, en el marco de una profusa indagación histórica, sobre el origen y la naturaleza de la deuda, y la implícita obligación moral que ésta conlleva, es decir, la asunción inapelable en el imaginario (casi global) de que las deudas se han de pagar.  Y agregaba, en consecuencia que “vivir endeudado es ser culpable, incompleto”. Vinculando el rol de la deuda con nuestras economías, Graeber afirmaba: “la deuda de los consumidores es la sangre de nuestra economía. Todos los estados nación modernos están construidos sobre la base del gasto deficitario”. Y agregaba: “los países deudores del Tercer Mundo son casi exclusivamente naciones que en algún momento fueron atacadas y conquistadas por las potencias europeas, a menudo las potencias a las que deben dinero”.  

Estas afirmaciones atrajeron de inmediato mi atención hacia la deuda histórica contraída por el gobierno argentino con el Fondo Monetario Internacional (como tantos gobiernos de otros países), y su relación con el fenómeno preocupante del endeudamiento progresivo de los hogares (sobre todo en los sectores de más bajos ingresos), para sostener la vida cotidiana y su reproducción en tiempos de crisis. Y recordé  asimismo, la culpa y angustia que presencie estos últimos años en los testimonios de algunas mujeres administradoras de sus economías domesticas, en el contexto de talleres y ciclos formativos de los que fui parte. Ellas simplemente se decían a sí mismas que habían fracasado en su compromiso (“obligación moral”) de responder a la deuda (usualmente ilegitima) que contrajeron para sostener a sus familias, lo cual iba asociado a su vez con el fracaso de  la responsabilidad que asumían naturalmente como propia (muchas veces, en solitario) en la gestión de la economía familiar y el cuidado de los suyos.  

Así planteada, esta “obligación” aparece despolitizada y desligada por completo de la problemática geopolítica y macroeconómica  propia del contexto-país, cuyo impacto las condujo a contraer su endeudamiento para subsistir. Y además, yo me preguntaba: ¿es éste el rol que las finanzas deberían jugar en la vida de las personas? ¿Generar una carga económica y “moral” difícilmente asumible, en la simple pero abrumadora gestión cotidiana de la vida familiar y comunitaria? Me pareció necesario realizar una revisión acerca de la historia y el origen del concepto “deuda” y del rol de las finanzas y el dinero. ¿Por qué no rever estas instituciones a la luz de una dimensión política contextualizada, más problematizada….y otorgar además a las finanzas un papel más colectivo y comunitario?  

Laboratorio Iberoamericano de Economía Social – Escuela de Economía Social (foroeconomiasocial.com)

Por ejemplo, si la histórica razón de ser del dinero (la moneda oficial) de un país, descansa en la confianza de los usuarios-ciudadanos sobre el sistema público gubernamental que lo respalda (el Estado, con la fijación de parámetros oficiales y la disponibilidad de reservas monetarias)…. ¿qué sucede en países como Argentina, con una economía altamente frágil, financieramente volátil y con una inflación desbocada, si buena parte de los sectores de la ciudadanía perdieron su confianza en la moneda oficial, retirando su credibilidad de esa suerte de “contrato social” monetario?¿Que sucede cuando el mecanismo de la deuda se convierte en un instrumento ideado a priori para disciplinar a Estados y a economías familiares, en lugar de cumplir su rol de necesaria contracara financiera para el impulso, fortalecimiento y desarrollo de mejores condiciones de vida para todos, en términos económicos, sociales y ambientales? 

En muchos países de América Latina, las mayorías sociales tienen clara conciencia de su imposibilidad de incidir en estos escenarios de la macroeconomía y la geopolítica global, y además, son estos grupos los más impactados por arquitecturas económico-financieras onerosas e inequitativas. Es entonces cuanto toma protagonismo la creatividad, la resiliencia social y la capacidad de reinvención de los actores comunitarios y territoriales. Imposibilitados de acceder al mercado formal de productos bancarios e instrumentos financieros, comunidades organizadas, grupos autogestivos y organizaciones sociales urbanas y rurales diseñan y experimentan con nuevos instrumentos de crédito, monedas y originales sistemas financieros locales, otorgando nuevamente a las finanzas el rol esencial de instrumento mediador del desarrollo que nunca debió perder. Retornemos, pues, a la moneda como vehículo (no como instrumento de acumulación), para la distribución de valor y de intercambio de productos y servicios que sitúen a las personas y su territorio en el centro, recuperemos la dimensión comunitaria de las finanzas como estrategia democrática de acceso a mejores condiciones de vida para todos. 

Desde esta óptica, los mercados ya no serian espacios de transacción opaca, intermediación especulativa y acumulación crematística, sino que recuperarían su condición de espacios físicos vivos de intercambio de valores monetarios (y también humanísticos), lugares de desarrollo de prácticas sociales y fortalecimiento de tejido comunitario, espacios de aprendizaje, encuentro y transacción de confianza entre las personas; serian nuevamente lugares donde las prácticas sociales sostengan su base en la credibilidad del sistema y en la confianza en la moneda intercambiada (dineraria o comunitaria), en virtud del monitoreo social de la propia comunidad, mercados caracterizados por la transparencia en términos de la naturaleza, el valor y el origen de los productos y servicios intercambiados. 

Visitas a experiencias de Economía Social y Finanzas Éticas durante el día 28 de septiembre

Sistemas financieros complejos, creativos y solidarios tales como la red del Banco Palmas o la red Justa Trama, en Brasil, dan cuenta de estas nuevas arquitecturas financieras al servicio de las personas (protagonistas de su diseño, y a la vez, destinatarias de sus servicios). Estas redes de bancos comunales y solidarios son también reflejo de la prospera imaginación de los actores que las promueven, guiados por la recuperación del valor y el sentido sustantivo y colectivo de las finanzas, y en la confianza en la moneda como herramienta social ligada de forma intrínseca a la mejor vida económica y social de las comunidades. Por otro lado, los sistemas de flujo y distribución de monedas comunitarias de la red de “tianguis” de México, como bien nos explicaba Claudia Caballero (Feria Multitrueke), constituyen espacios creativos, vivos y dinámicos de economías y transacciones solidarias, que acontecen en los mercados y ferias locales, en los que ocupa un lugar central el sentido ético, solidario y colectivo de las finanzas, al servicio de las necesidades de las comunidades y de sus territorios. 

Por último, sistemas financieros como los fondos rurales en especie que proliferaron en el norte rural argentino hace unos años, tomaban como “moneda” y referencia algunos bienes de capital a los que la comunidad otorgaba confianza como vehículo de intercambio y transacción, tales como chivos, botiquines comunitarios veterinarios, o equipamiento diverso para la actividad apícola o alfalfera, núcleos de actividades productivas clave, que además no eran susceptibles de depreciación en el medio plazo. En contextos rurales de difícil acceso a servicios bancarios y dispositivos financieros convencionales, estos sistemas también permitían a los pobladores cierto “blindaje” respecto de la inflación creciente del país y de otras condiciones financieras onerosas, otorgándoles posibilidades de ahorro duradero de carácter colectivo a la par que el acceso a una praxis financiera propia de tipo cooperativo. 

Sara García, Mildred García, M.ª Jesús Romero, Maira Gonzales y Claudia Caballero durante una de las mesas de diálogo.

En todos estos sistemas financieros solidarios y diversos no tiene cabida la “obligación moral” individual y culposa vinculada a la deuda como compromiso financiero aislado y despolitizado; sino más bien, toma forma un compromiso colectivo y solidario que apuesta a la sostenibilidad del sistema. Estas experiencias y propuestas tampoco han de leerse en clave de prácticas comunitarias defensivas, articuladas a modo de refugios de subsistencia en los territorios. Son por el contrario, hermosos experimentos económicos de innovación social que revalorizan las finanzas desde la gobernanza de los recursos de uso comunal (Ostrom, 2009), se nutren más de la inspiración de la “economía del don” (Mauss, 1925) que de la retribución calculada, y marcan alentadoras “hojas de ruta” que nos permiten recuperar la convicción en el potencial de las finanzas como estrategias transformadoras al servicio de los seres humanos y su buen vivir. 

Emprendimiento Colectivo ha publicado este artículo con el permiso de su autora mediante una licencia de Creative Commons.

 

Esta entrada ha sido realizada en el marco del proyecto  Desarrollo de un modelo de plataforma de orientación para la financiación ética y alternativas de empresas y organizaciones  financiado por la Consejería de Empleo, Formación y Trabajo Autónomo de la Junta de Andalucía.

3 comentarios

  1. Felicitaciones Marta por este artículo tan interesante para reflexionar sobre las finanzas, deudas y experiencias donde primen otros valores y no el del lucro sino el de la solidaridad y lo comunitario, las finanzas al servicio de la gente.

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