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El pasado 18 de abril, la Asamblea General de las Naciones Unidas acogió una resolución en la que manifiesta que la economía social y solidaria puede contribuir a la consecución y localización de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS); enfatiza que se trata de un modelo que se caracteriza por la cooperación voluntaria y la ayuda mutua, la gobernanza democrática y/o participativa, y la autonomía e independencia. Apenas en junio de 2022 la Organización Internacional del Trabajo (OIT) había adoptado una resolución sobre el trabajo decente y la economía social y solidaria y en noviembre de ese mismo año aprobó un plan de acción para su implementación. Es de enfatizar que los esfuerzos que hay que priorizar a nivel mundial tienen que orientarse a los 17 ODS pero antes que nada a mitigar los efectos negativos del cambio climático, sin un clima estable, ninguna actividad humana es posible. 

Ambas organizaciones constatan que el uso que estamos haciendo de nuestra inteligencia, nuestra creatividad y nuestras actividades en el presente están deteriorando el mundo en que vivimos de manera acelerada, teniendo apenas 200 mil años de existencia en un planeta cuya edad supera los 4.500 millones de años. Mediante esas resoluciones evidencian que  la economía social y solidaria no solo puede trasformar la forma en la que estamos haciendo economía y sino además es la economía que nos permitirá seguir construyendo el futuro que necesitamos para seguir habitando la tierra. 

Si bien, se suele recordar que la economía social y solidaria se distingue de otras formas de hacer economía por ubicar a las personas en el centro y no al mercado, hoy requerimos como sociedades que pongamos en el centro de las actividades humanas una forma de hacer economía capaz de reducir las desigualdades, ampliar las oportunidades para los más desfavorecidos, mitigar la pobreza, promover la inclusión social y financiera, generar un desarrollo territorial en consecuencia con las necesidades de sus habitantes, desarrollar sistemas productivos no invasivos y lesivos para la salud humana, y producir  energías limpias, en síntesis: un modelo económico capaz de generar desarrollo sostenible.   

«la economía social y solidaria se distingue de otras formas de hacer economía por ubicar a las personas en el centro y no al mercado…»

Dalia Borge

La economía social y solidaria puede contribuir en la construcción de un ser humano más consciente de su entorno, del lugar que habita y de la fragilidad del sistema climático: el aire, el agua, el suelo, la criosfera y los seres vivos.  Ese lugar que lamentablemente según los distintos informes del Grupo Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) se está aproximado a un aumento de temperatura por encima de 1,5 °C. con respecto a los niveles preindustriales.  De manera paralela, la presión sobre los recursos naturales se acrecienta conforme aumenta la población mundial.  Hoy en día necesitamos alimentar a más de 8 mil millones de personas y según datos las Naciones Unidas  para el 2050 seremos más de 9700 millones de habitantes.  De seguir aumentando el número de la población e intensificando nuestra manera de consumir, se tendrá que hacer uso de las pocas tierras con bosque que hoy se encargan de producir oxígeno y de limpiar el CO2, para convertirlas en grandes graneros y desiertos; los mares seguirán su curso hacia la acidificación por el grado de contaminación que experimentan y su capacidad cada vez menor de absorber dióxido de carbono, seguirá el deshielo de los glaciales, los polos y el permafrost, se agravará la escasez de agua  potable y se pondrá en mayor peligro la sobrevivencia de miles de especies y por supuesto, la del ser humano.  

Por eso, hoy más que nunca las fórmulas para poner en valor la economía social y solidaria se hacen más necesarias. Antes que nada, si logramos hacer que la cooperación y la solidaridad sean la fuente de los cambios, podemos instrumentalizar desde el factor “C” de Luis Razeto un sistema internacional para mitigar y adaptarnos al cambio climático desde un modelo que ha demostrado ser económica, social y ambientalmente sostenible.   

«si logramos hacer que la cooperación y la solidaridad sean la fuente de los cambios, podemos instrumentalizar…»

Dalia Borge

Hoy dos organismos internacionales ponen en la agenda mundial a la economía social solidaria como un aliado estratégico para alcanzar las metas de la Agenda 2030, tenemos que saber aprovechar esa ventana de oportunidad para demostrarle al concierto de naciones que otro relato económico es posible y que las nuevas generaciones pueden confiar en sus derroteros para habitar la Tierra por otros 200 mil años. 

Emprendimiento Colectivo ha publicado este artículo con el permiso de su autora mediante una licencia de Creative Commons.

Imagen de Worms eye view of forest during day time photo – Free Green Image on Unsplash

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