Alguna vez me han dicho que la perspectiva con la que presentaba nuestra experiencia de incubación de cooperativas en sectores intensivos en innovación y conocimiento era un poco brutal. Hablar de “ocupar espacios”, de “colonizar territorios” no parecía del todo compatible con nuestra visión de economía solidaria.
Sin embargo, creo que de esta manera enfatizamos una de las finalidades explícitas de esta herramienta del cooperativismo uruguayo, que a lo largo de sus jóvenes 10 años de vida ha promovido la creación y desarrollo de varias decenas de nuevas cooperativas.
Porque sobre promover, acompañar, estimular el desarrollo de nuevos emprendimientos ha estado en la base del cooperativismo de mi país, y creo yo de gran parte del asociativismo mundial. Es parte de nuestro mandato, de ayuda mutua, de responsabilidad social, de cooperar entre cooperativas. Sin embargo, al menos en el caso uruguayo, la mayor parte de las veces esas experiencias no eran orientadas con una visión estratégica.
Muchas veces, más bien todo lo contrario. Experiencias de lucha, resistencia, recuperar empresas fallidas. Y todo eso está muy bien, y tenemos exitosas experiencias de esta matriz. Sin embargo, cuando hacíamos una lectura de los sectores dinámicos de la economía nacional, y analizábamos algunas áreas de actividad que eran promisorias para el desarrollo de sector, observábamos poco o nulo desarrollo cooperativo. Fue esa la razón de la creación de INCUBACOOP.
Inspirados en muchas experiencias de la región y el mundo, y en una destacada alianza entre el movimiento cooperativo y el sector público, CUDECOOP, el Instituto Nacional del Cooperativismo (INACOOP) y el Ministerio de Industria Energía y Minería (MIEM) pusimos este proyecto en marcha.
Hoy podemos decir que hemos ganado terreno en numerosas áreas de actividad económica, y que incluso hemos logrado desarrollar complejos ecosistemas solidarios donde hasta hace poco no había ni una sola cooperativa. Se destaca por ejemplo el desarrollo de varias cooperativas de producción audiovisual, pero también de TICs, de eco-construcción, de energías renovables, de diseño, de videojuegos, entre varias otras.
En su gran mayoría son emprendimientos liderados por jóvenes que, con su visión y conocimientos, van logrando la expansión de sectores cooperativos inexplorados. Dando cuenta de los nuevos espacios de inserción laboral en un formato del que ellos destacan y valoran la autogestión del trabajo; la horizontalidad; la apertura que permite ser más creativos y propositivos; el liderazgo compartido; la libertad y participación en la toma de decisiones; la forma en que les permite involucrarse con la sociedad con impacto social y siendo agentes de cambio.
En los últimos dos años, además, esta experiencia aún joven y en desarrollo ha generado redes, que hoy se proyectan en varias entidades en las Américas, avanzando en la constitución de una Red de Incubadoras de Cooperativas de la región, que seguro será la antesala de una iniciativa transoceánica que nos permita seguir fortaleciendo un territorio de economía solidaria a escala global.
Emprendimiento Colectivo ha publicado esta artículo con el permiso de su autor mediante una licencia de Creative Commons
*Esta entrada ha sido realizada en el marco del proyecto: “Academia Iberoamericana de Emprendimiento en Economía Social y Solidaria» financiado por la Consejería de Empleo, Empresa y Trabajo Autónomo de la Junta de Andalucía.