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En este nuevo post quiero reflexionar sobre eso que llaman intraemprendimiento y su relación con las Comunidades de Práctica (COPs), acerca de las que escribí en un post anterior.

Hace unos días, durante la presentación de un Proyecto, escuché una queja que mucho me temo es compartida por líderes de organizaciones de diversa índole: “Las personas de mi organización (o mis equipos) son muy poco emprendedoras, les pido ideas originales para mejorar nuestro trabajo, nuestra organización y nada, hay como un aletargamiento, la gente no quiere implicarse es muy poco creativa”.

Creo que inferir de una falta de respuesta por parte de las personas de la organización que éstas son poco emprendedoras sería un tanto simplista y un gran error. Considero que todas las personas somos esencialmente emprendedoras. Si no fuera así, ni individualmente ni como colectividad humana hubiéramos llegado hasta donde estamos, por supuesto, con todas nuestras cuitas pendientes. Otra cosa es que queramos, sepamos y podamos ejercer ese poder en nuestras organizaciones.

Entiendo el intraemprendimiento como una actitud, pero, sobre todo, como una práctica interiorizada que, de manera más o menos consciente, nos lleva a actuar en nuestro desempeño profesional cotidiano y/o en espacios concretos creados ad hoc para la experimentación e innovación con creatividad, iniciativa, mente abierta, curiosidad y un toque de locura responsable (o lo que llaman, riesgo calculado), entre otras competencias emprendedoras. Todo esto con una intención, más o menos consciente, de “alterar la realidad actual introduciendo algo nuevo (o no), que aporte un valor y mejore la situación anterior”, como señala Manel Muntada.

Y no me refiero sólo a la proliferación de ideas nuevas o soluciones tecnológicas sofisticadas propuestas por un reducido número de personas de la organización. No, me refiero a la actitud y los comportamientos emprendedores de cualquier persona de la organización que se atreva, quiera y pueda desarrollar su innata curiosidad y usar sus talentos para identificar nuevas oportunidades y/o ofrecer soluciones alternativas y rápidas a los problemas y retos de la organización, sean estos trascendentes o emergentes del día a día. Nadie mejor que las personas a quienes atañen directamente estos asuntos para resolverlos, desde su propio conocimiento y experiencia colectiva, con o sin contribución de un acompañamiento y/o colaboraciones externas puntuales.  

La gestión respetuosa del talento emprendedor interno o lo que es lo mismo, el intraemprendimiento, además de propiciar la innovación organizacional, sobre todo, fortalece el músculo creativo de la organización, empodera a las personas que la conforman sintiéndose parte y co-responsable de un propósito compartido con el que aumentan su compromiso. Además de la inexcusable garantía de nuestro sustento económico, las personas necesitamos ser escuchadas y reconocidas, poder desarrollar nuestro potencial, también sentirnos útiles, darle sentido a cualquiera que sea nuestra tarea dentro de la organización, todas ellas dignas y relevantes, como insinuara en uno de sus artículos Zygmunt Bauman. Ese conjunto de cosas parecen ser lo que actualmente nos hacen sentir bien y mejorar nuestra productividad, según uno de los rankings de las mejores empresas que, según este artículo, no invierten en retener el talento sino en atraerlo respondiendo a las necesidades de las personas que trabajan o quieren trabajar en ellas.

También parece claro que el intraemprendimiento es infinitamente más satisfactorio y eficaz cuando lo hacemos junto a otras personas. Conectando conversaciones y prácticas, nuestro potencial creativo se multiplica exponencialmente. Cuando formamos círculos interrelacionados, integrados por personas de la organización conectadas por un interés común en su centro, con el foco puesto tanto en eso que les une como en la diversidad que les nutre, bajo determinadas condiciones de confianza y comunicación eficaz, se genera un impulso ilusionante hacia la acción creativa.

Como he mencionado, el espíritu emprendedor es algo innato en las personas, así como la interacción entre éstas que, a veces, emergen espontáneamente. Pero otras muchas veces es necesario y posible planificar un proceso consciente para actualizar y entrenar todo ese potencial a través de metodologías activas, ágiles y adaptativas a las distintas situaciones organizacionales. La Comunidad de Práctica (COPs) es una de esas metodologías.

Las COPs están pensadas, especialmente, para mejorar aspectos de la organización y/o resolver problemas que requieren de la inmediatez. En un periodo corto de 3-4 meses, un grupo diverso de personas de la organización, que comparten un interés común concreto, pueden solucionar un problema que les atañe en su práctica habitual mejorando un proceso, elaborando un producto, redactando un protocolo, definiendo un procedimiento, diseccionando una realidad emergente, diseñando escenarios de futuro, construyendo herramientas, etc., a partir de los conocimientos de las personas que integran la COP, de sus experiencias compartidas y de la creatividad colectiva, conocedora del contexto de aplicación y afectada por éste.

La COPs por sí mismas no impregnan la organización de la tan vitoreada cultura emprendedora ni es la única manera de facilitar el intraemprendimiento y la innovación, pero sí una magnifica estrategia para contribuir a ambos objetivos. Sólo se necesita la motivación y competencia necesarias para ello, en un contexto organizacional de cultura emprendedora que genere confianza y permita la libertad necesaria para experimentar, con el inapelable respaldo y reconocimiento de la dirección y el departamento de recursos humanos. Una vez abonado este terreno, sembrar las semillas de la curiosidad, la colaboración, la creatividad y la experimentación en espacios caórdicos de la organización, será tarea fácil.

Todo esto puede sonar a cantos de sirenas poco aplicable a cualquier organización o llevar a pensar que los equipos de la suya no están preparados para ello, con esta creencia limitante empezamos este post. Evidentemente, cada persona y equipo de la organización está en un grado de madurez emprendedora distinto. Pero se trata precisamente de eso, de fortalecer su espíritu intraemprendedor, dotándoles de competencias y herramientas que les permita desarrollarlo con eficacia mediante una experiencia compartida, práctica y significativa concretada en el tiempo, basada en la metodología, herramientas y el ciclo de una Comunidad de Práctica.

Todas las organizaciones tienen un gran talento potencial aún por descubrir y aprovechar, sólo tienen que atreverse a hacerlo y ponerse manos a la obra. Observo en muchas de las organizaciones con las que trabajo cómo, sin saberlo, se derrocha una ingente cantidad de talento creativo, individual y colectivo, que bien podría servir al propósito de las mismas en un entorno VICA (volátil, incierto, complejo y ambiguo) que cada vez exige más imaginación y capacidad de adaptación rápida a los cambios emergentes del Siglo XXI. Todo es empezar, confiar y poner el talento de las personas en el centro de la organización.

En una próxima entrada, explicaré una propuesta metodológica para desarrollar el intraemprendimiento en la organización, a través de la Comunidad de Práctica.

Foto: Erbluhende en Pixabay

Emprendimiento Colectivo ha publicado este artículo con el permiso de su autora mediante una licencia de Creative Commons.

2 comentarios

  1. Felicidades, muy buen artículo, coincido plenamente en que el desafío podría ser encontrar las formas para que las personas seamos escuchadas y reconocidas, para poder desarrollar nuestro potencial, sentirnos útiles, darle sentido a cualquiera que sea nuestra tarea dentro de la organización… estaremos muy pendientes de su próximo post sobre su propuesta metodológica para desarrollar el intraemprendimiento en la organización, a través de la Comunidad de Práctica, Gracias!

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