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Todas las historias, tienen un comienzo….

La historia comienza en 2015 cuando la Asociación Finanzas Éticas Castilla y León, suscribe un convenio con la Administración pública para la creación y gestión de un Fondo de Emprendimiento social en el mundo rural de la provincia, Valladolid.

Desde la Asociación trabajamos por la inclusión social y financiera acompañando y apoyando proyectos de emprendimiento en Castilla y León, de personas autónomas o entidades de economía social que tienen difícil acceso al crédito bancario. Esto lo hacemos mediante la concesión de “ayudas reintegrables”, es decir, préstamos sin interés, que permitan crear puestos de trabajo y dinamizar los entornos locales.

Antes de conceder la ayuda reintegrable evaluamos el proyecto, las competencias de la persona ó personas emprendedoras y también el impacto, social, cultural y económico que puede generar, este impacto siempre desde la búsqueda de su valor en positivo y respeto al medio ambiente.

El referido Convenio se firmó en septiembre y debía estar desarrollado en noviembre.

El tiempo era muy limitado y las tareas a desarrollar exigían un conocimiento y una forma de abordar todos los procesos con rapidez y eficacia.

Contábamos con un conocimiento profundo del ámbito donde se desarrollaba nuestra actividad, el mundo rural, conocíamos a los actores locales tanto en el ámbito del asociacionismo como en el institucional, y sabíamos que el mundo del emprendimiento tenía valores que había que poner en positivo y con un método adecuado daría resultados. Teníamos plena confianza en nuestro trabajo, riguroso y sin desánimo.

Sin embargo, no todo el mundo pensaba así, las opiniones que nos iban llegando poco o nada tenían que ver con nuestro diagnóstico.

Afirmaban que las personas o entidades capaces de poder iniciar proyectos de emprendimiento no cumplirían los requisitos exigidos. Un proyecto de empresa que fuera sostenible, el impacto positivo en alguno de los sectores señalados, las capacidades o formación de las personas y el aval social necesario para poder obtener la valoración requerida y la concesión de la ayuda reintegrable.

Abundaban los prejuicios y la sensación por parte de la gente de que sería casi imposible de conseguir.

Es verdad que el abordaje era complejo y que el horizonte parecía poco halagüeño. Aún con todo,  no nos desanimamos, sabíamos que encontraríamos la solución. El equipo técnico de la Asociación inició el proceso que fue laborioso, pero a día de hoy podemos afirmar que resultó altamente gratificante.

La primera certeza que teníamos era que el escenario en el mundo rural tiene características que difieren del mundo urbano, la red de las organizaciones asociativas e institucionales, los Ayuntamientos de los municipios, dieron su resultado.

Los proyectos que fueron seleccionados y lograron acceder a este tipo de ayudas fueron los siguientes:

1.- Rocío, es una mujer licenciada, su proyecto se centraba en la intervención comunitaria, promoción de la salud y de la alimentación.

El proyecto se planteó como un referente de salud en el sureste de la provincia y como un complemento a tratamiento convencionales. Mujer emprendedora creando sinergias con otros profesionales y generando un consumo más racional de los medicamentos. Muy insertado socialmente en la zona y conciliando vida laboral y familiar.

2.- Ainhoa. Un proyecto basado en la innovación social liderado por una mujer licenciada. Se centraba en modelos de organización más sanos y sostenibles. Consultoría para empresas, Entidades, tanto empresariales como del tercer sector y personas.

Innovación social basados en procesos de bienestar humano y organizacional, trabajando potencialidades que facilitan estrategias que generan sostenibilidad en los proyectos.

Se desarrollaba en una zona rural cercana a la capital.

3.-Mar Artemanía y tapicería

Mar es una mujer joven con formación en gestión administrativa y especifica en el sector.

 En una zona rural situada al oeste de Valladolid, presentaba su proyecto viable con intervención de búsqueda de nuevas líneas de productos, sensibilidad e impacto ecológico que puedan producir la actividad con potencial de reciclaje y con capacidad de autogestión y autoayuda. Socialmente muy valorada y posibilitaba la conciliación laboral y familiar.

4.- Aula Educativa de la cooperativa CRICA

Proyecto educativo social y económicamente viable y de innovación dentro de un proyecto ya consolidado “Granja ecológica de vacas CRICA” y productos de transformación láctea.

Existe una constante demanda por parte de Universidades, colegios y sociedad en general en visitar la granja para poder conocer las peculiaridades de nuestra forma de producir alimentos de manera más sostenible y justa social y medioambiental”, explican. 

Este proyecto amplía la actividad hacia el ámbito educativo con la satisfacción añadida de transmitir una conciencia y una forma de relacionarnos con la naturaleza y las personas. 

Este fue el resultado. Los proyectos continúan y su impacto se deja sentir cada vez más incrementado y valorado socialmente.

Con todo ello además de la satisfacción de trabajar por la Economía Social, aprendimos algo muy importante: Los prejuicios, cierran los caminos... La confianza los abre y los allana haciéndolos transitables¡¡¡¡


Emprendimiento Colectivo ha publicado este artículo con el permiso de su autora mediante una licencia de Creative Commons

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