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Les voy a sacar de dudas desde el principio. Mi posicionamiento político sobre el 8 de marzo ha sido reivindicativamente radical (Del lat. tardío radicālis, y este der. del lat. radix, -īcis ‘raíz’). Por ejemplo, sobre la situación de desigualdad de las mujeres respecto a los hombres en el sistema económico (brecha salarial, trabajos feminizados y peor pagados, techo de cristal, infrarrepresentación en puestos de toma de decisiones de poder,…) en el ámbito social (los cuidados, siempre cuidando nosotras, ellos de manera excepcional). En la cultura (apenas hay directoras de cine, productoras, libreras; sin embargo la voz y la mirada del hombre representaba a la humanidad, sin tener en cuenta a las mujeres). En el deporte, donde se sigue insultando a las niñas por querer practicar deportes tradicional y anticuadamente masculinos.

No me encontrarán en este neoliberalismo tramposo de llamar trabajo a la prostitución. Tampoco me busquen en la ficción de los “vientres de alquiler”,  mujeres explotadas por personas con mucho dinero, que no tienen escrúpulos en comprarse una criatura, como quien se compra a la carta, según su capricho, un bolso, o un coche (próximamente un riñón o un pulmón…). No estaré jamás defendiendo la pornografía, en su forma tradicional (aunque han actualizado los canales de distribución con la tecnología) o la fórmula neoliberal que ofrece a las mujeres, principalmente jóvenes, la venta de ropa íntima, entre otras muchas cosas, a través de internet, acceso indirecto a la prostitución.

No estaré jamás del lado del delirio queer, que amenaza con cancelaciones, despidos, boicots, con su furia “kill the terf” o “terf vigila tu espalda” a las feministas que defendemos que la tierra no es plana, que denunciamos la situación actual, al igual que en el famoso cuento, cuando un niño exclama, ante la mirada complaciente de las personas adultas aquello de “el rey va desnudo”; que queremos abolir el género y no crear todo un abanico de géneros al que poder optar según la hora, el día o el mes en el que los hombres desean ser. El deseo no es un derecho.

Mientras haya una sola mujer que siga sufriendo violencia de género, machista, estructural de los hombres hacia las mujeres por el mero hecho de serlo, o utilicen a las hijas e hijos para causarles un daño irreparable y/o insoportable; mientras asesinen a mujeres, mientras nosotras suframos violencia física, psicológica, sexual, por un hombre o por las manadas, estaré luchando contra el sistema patriarcal.

Seguiré teniendo muy presente a las mujeres con discapacidad, y su especial situación de vulnerabilidad.  Seguiré escuchando las voces de las mujeres que han venido desde otros países o continentes y cuyas experiencias vitales apenas tienen hueco en nuestra cotidianeidad. Voy a aplaudir el derecho al aborto sin interferencias religiosas o políticas, a ser posible en la sanidad pública.

La lista de reivindicaciones sigue siendo interminable.

A partir de aquí, como ustedes comprenderán, me pongo mi chubasquero de triple capa, por el que me resbalan todos los insultos que me puedan dirigir. No necesito su aprobación. Es mi derecho a pensar libremente en nuestra democrática sociedad, y a expresarlo.

Soy consciente de que me expongo, como si estuviéramos en la Edad Media, a ser tachada de cualquier palabra terminada en “foba”. La inquisición es lo que tiene,  genera miedo incluso a pensar, a expresar las ideas. Mi posicionamiento está claro. ¿Cuál es el suyo?. Si nos presuponemos capacidad de razonamiento, ustedes argumentarán a favor o en contra. Pero por favor, estén a la altura y eviten el insulto.


Emprendimiento Colectivo ha publicado este artículo con el permiso de su autora mediante una licencia de Creative Commons

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