La Economía del Bien Común (EBC) es una propuesta teórica ofrecida por Christian Felber, junto a un grupo de empresarias y empresarios austriacos en el 2010. Surge como como respuesta a una cuestión fundamental ¿cómo debería ser un sistema económico fundamentado en los valores humanos básicos de la dignidad humana, la solidaridad y justicia social, la cooperación, la responsabilidad ecológica y la participación?
El primer paso para modificar el modelo es la redefinición del concepto de éxito económico, basado en la maximización de beneficios y del PIB a otro que se centre en la medición del bien común. Este concepto, no es nuevo, cuenta con una larga tradición filosófica desde Aristóteles hasta nuestros días y, además, se incluye en las constituciones de muchos países. De hecho, las decisiones económicas, como parte de las decisiones sociales, no pueden justificarse con una lógica que atente contra el bien común, pues incluso en Adam Smith la defensa del mercado reside en la riqueza que crea para toda la sociedad. Las novedades de la EBC están en la concreción de este concepto mediante los valores propuestos, su evaluación y la propuesta de reformar el mercado para que funcione bajo el paradigma de la cooperación y no de la competencia salvaje.
La contribución al bien común de cualquier organización se puede medir mediante una herramienta denominada balance del bien común, que lo cuantifica entre 0 y 1000 puntos. Este se evalúa mediante una serie de preguntas que evidencian como la organización fomentan los valores cuando se relacionan con los grupos de interés: proveedores, financiadores, trabajadores, clientes y entorno social. Esta es una propuesta práctica, cuyo primer objetivo es servir de medio de comunicación hacia los consumidores para que puedan ejercer el consumo responsable y servir de guía para una gestión organizativa responsable.
El segundo objetivo es más ambicioso porque pretende que la puntuación sea empleada por el sector público para premiar a las empresas que estén contribuyendo a la sociedad, mediante las cláusulas sociales, acceso a la investigación pública, tipos de interés más reducidos, reducción de impuestos etc. De esta forma, el mercado genera incentivos para que las empresas con peor contribución al bien común sean las menos competitivas. Esta es una situación contraria al modelo actual, donde malas condiciones laborales, daños medioambientales, etc se traducen en menores costes empresariales y más probabilidad de éxito en el mercado, vía precios más reducidos y empleo de los beneficios para crear barreras de entrada. En el modelo de la EBC se pretende que los comportamientos cooperativos y la aportación a la sociedad sean las claves para ofrecer productos más baratos, gracias a las ayudas del sector público, pero no se elimina la propiedad privada ni la quiebra empresarial. A ello se une un conjunto de medidas adicionales, como la limitación de renta o del tamaño de la empresa, que persigue que la acumulación de beneficios no sea la base de funcionamiento de la economía.
La EBC también desarrolla una hoja de ruta práctica basada en el activismo real, mediante grupos locales de trabajo, organizados en diferentes niveles territoriales, hasta formar una red internacional. Así, en el plano económico, la EBC intenta hacer incidencia en las organizaciones mediante la elaboración de balance, realizado a nivel mundial por más de 500 empresas, uniéndose otro tipo de organizaciones como son ayuntamientos, institutos, universidades y ONG´s. En el plano político, el movimiento quiere conseguir cambios en el marco legal para fomentar una Economía del Bien Común, participando en foros de diversa índole y defendiendo la democracia y la participación ciudadana como herramientas de transformación. En el plano social, el movimiento de la EBC es una iniciativa de concienciación para una transformación del sistema, donde la educación basada en la cooperación y no en la competencia es el pilar fundamental.
El movimiento aporta esperanza y ánimo y busca conexión y fructificación con otras alternativas, entre ellas la Economía Social y Solidaria (ESS). En el contexto europeo, ambas cuentan con directivas del Comité Económico y Social en el que se reconocen que son estrategias para conseguir una vida sostenible, aunque el recorrido histórico y la implantación de la ESS es mucho mayor. Ahora bien, el potencial de la ESS sigue estando infrautilizado porque una gran parte del público, desconoce estas alternativas económicas. De ahí, que el gran reto que se les plantea a ambas es transmitir al resto de la sociedad su capacidad transformadora.
La ESS realiza el balance social, pero sólo se aplica a sus organizaciones. Sin embargo, el balance del bien común se puede utilizar por cualquier tipo de organización, lo que puede favorecer que la cultura de los valores se extienda con más facilidad. De hecho, las organizaciones que pueden obtener la máxima puntuación en el balance son las pertenecientes a la ESS, pues su gobernanza empodera a las personas en términos de iniciativa, voz y valores. Entendemos que la vía de transformación propuesta por la EBC puede incorporar a más agentes económicos y políticos que la ESS. Es un proceso gradual y menos exigente, en cuanto a la necesidad de adhesión a todos sus principios propuestos; pero puede ser una debilidad, pues se puede identificar a la EBC solamente como un etiquetado del impacto social de los productos.
Por último, conviene señalar que la ESS y la EBC proponen caminos diferentes, que se refuerzan, para lograr la transición. La EES se centra en la autogestión y la EBC en la creación de incentivos que reorienten los procesos económicos. La conciencia ciudadana, solidaria y ética, es imprescindible para generar una transformación organizativa e institucional, como defiende la EBC. Por otro lado, la reforma de mercado propuesta para la EBC es un marco institucional adecuado para el surgimiento y fortalecimiento de las iniciativas de ESS. En todo caso, la utopía posible es que lo “normal” sean las organizaciones y las relaciones económicas democráticas con valores, y no aquellas que están diseñadas para la maximización de beneficios para los capitalistas.