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En la actualidad el término “Emprendimiento” está en boga, aunque esta palabra ha formado parte de los diccionarios desde hace algunos cientos de años…

Su origen se sitúa en el siglo XIII, como el vocablo francés entreprendre (hacer algo, hacerse cargo de algo), que a su vez proviene etimológicamente del latín inprendere (coger, agarrar).

De entonces a ahora, el término entrepreneur (emprendedor) se ha utilizado para referirse a quien se esfuerza en conseguir un objetivo. Por ejemplo, a finales de la Edad Media, para referirse al encargado de grandes proyectos arquitectónicos como la construcción de las majestuosas catedrales de aquella época. Y a principios del siglo XVI, se asociaba a “pionero”, en referencia a aquellos aventureros que se lanzaban al Nuevo Mundo en busca de nuevas oportunidades.

Por ello, no resulta incoherente que en la actualidad se utilice el mismo vocablo para referirnos a aquellas personas que se esfuerzan por sacar adelante una nueva idea, un nuevo proyecto, en este caso dentro de un entorno empresarial.

De todas las definiciones de persona emprendedora que conocemos, nos gusta por su simplicidad y concisión la que nos ofrece Gifford Pinchot:

Una persona emprendedora es aquella que sueña
y logra hacer realidad lo que imagina,
que puede tomar una idea y hacerse responsable de innovar y obtener resultados

Y ahondando en esta interesante idea vamos un paso más allá: hablamos de emprendedores “colectivos” como aquellas personas que logran unirse para construir un proyecto común, compartir esfuerzos, talentos y recursos para lograr resultados que son mayores que la suma de las partes.

Pero podemos preguntarnos:

¿Las personas emprendedoras nacen, o se hacen…?

Distintos autores defienden ambas posturas, pero creemos que podemos decir, sin temor a equivocarnos, que el ser humano, desde su nacimiento e incluso antes, desde su misma concepción como primer proyecto de emprendimiento, hace un esfuerzo por alcanzar metas. Las habilidades y capacidades para realizar acciones que nos lleven a un desarrollo y una mejora de nuestra vida son innatas, propias de nuestra especie, es nuestro instinto de supervivencia.

Pero, además, cuando nos unimos en un emprendimiento colectivo en pro de un objetivo común, el éxito del proceso va a depender mucho de las experiencias individuales y grupales, del entorno en el que se desarrolle el proyecto…, pues son los que van a ir dotando de las oportunidades y herramientas que permitirán abordar los desafíos. Aquellos equipos motivados, cohesionados, con buena comunicación, y con sus objetivos alineados, tendrán más facilidad para alcanzar sus metas que otros que no partan de estas condiciones ideales. Y aunque todo esto es cierto, no lo es menos que, afortunadamente, todo ello se puede aprender para superar las posibles carencias iniciales.

Formarse y entrenarse como emprendedores colectivos eficaces es un proceso largo y complejo que requiere de un método y de la práctica de ciertas herramientas, y que, desde la Escuela de Economía Social, ponemos a disposición de aquellos equipos que quieran participar en nuestro programa de Fides Emprende.

Programa FIDES Emprende 2023

Esta entrada ha sido realizada en el marco del proyecto  Desarrollo de recursos didácticos basados en experiencias y situaciones reales de emprendimientos y empresas de Economía Social  financiado por la Consejería de Empleo, Formación y Trabajo Autónomo de la Junta de Andalucía.

Emprendimiento Colectivo ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

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