Todo proceso de aprendizaje se construye mediante la interacción entre docentes, estudiantes y contenidos objeto de una acción formativa. En el marco de la educación “tradicional” la mayoría de profesores exponían verbalmente -¡o exponen!- un tema de su especialidad ante su alumnado y al final de su intervención resolvían las eventuales dudas. Se trata de un formato que puede ser apto para conferencias o ponencias donde una persona experta se dirige a un numeroso auditorio durante un periodo relativamente corto de tiempo. Ahora bien, no es adecuado utilizarlo durante un proceso de formación con grupos reducidos de personas adultas y cuando se dispone de más tiempo.
Por otra parte, este planteamiento didáctico, además de ser escasamente eficaz en términos de aprendizaje, parte de una premisa errónea en el contexto de la Andragogía: una persona -el docente- es poseedora de “todo el conocimiento” y el resto -el alumnado (etimológicamente = “sin luz”)- carece absolutamente del mismo. Las personas adultas, además de haber atesorado un amplio bagaje de saberes y experiencias vitales o profesionales a lo largo de su vida, para sentirse motivados durante un proceso formativo requieren que se les proporcionen contenidos útiles para aplicarlos luego a su contexto profesional o vital.
Además, según los últimos avances en Neurodidáctica las personas no podemos aprender -adquirir nuevas competencias- si ese nuevo aprendizaje no está conectado a una emoción. En primer término, porque una enseñanza “plana” no capta y mantiene nuestra atención transcurrido un lapso corto de tiempo y en segundo porque sólo somos capaces de retener y recordar aquellas experiencias y vivencias que nos han impactado personalmente al tocar nuestras emociones.
Así, desde la Escuela de Economía Social siempre hemos apostado por una Metodología Participativa, en contraposición a la tradicional metodología expositiva o “bancaria”, como la definió el pedagogo Paulo Freyre. Podemos hablar de metodología participativa cuando el proceso de enseñanza-aprendizaje se diseña y despliega desde, con y para el grupo. Desde el grupo: atendiendo a sus necesidades formativas, a sus expectativas de aprendizaje, a su cultura, perfil, experiencias y conocimientos previos. Con el grupo: construyendo el “saber” de forma colectiva mediante las aportaciones docentes y las del grupo, aprender haciendo y aprender practicando individualmente y en pequeños grupos, debatiendo, compartiendo y confrontando los contenidos de la acción formativa. Para el grupo: orientando las actividades formativas a la adquisición de nuevas competencias útiles para el desempeño profesional de ese grupo en concreto y facilitando el proceso de transferencia del aprendizaje al puesto de trabajo y al entorno social de los participantes.
Lo más curioso es que la Metodología Participativa integra absolutamente la filosofía de los 7 Principios Cooperativos, de manera que al ponerla en práctica estamos promoviendo los valores del cooperativismo, haciéndolos realidad en un contexto formativo. Veamos esta conexión…
El primer principio del cooperativismo hace referencia a la Libertad y a la Apertura, así la metodología participativa -como hemos explicado- no trata de “imponer” una “verdad” sino construirla mediante el diálogo y la negociación con el todo grupo de formación, por lo tanto también es una metodología inclusiva. El segundo principio –Democracia– se hace presente pedagógicamente al basarnos en el constructivismo, que se resume en la frase “el grupo es más inteligente que yo”. Sería redundante incidir en el tercer principio cooperativo –Participación– pues como su propio nombre nos indica se trata de una metodología participativa, que se construye desde, con y para el grupo.
Asimismo, al promover el sentido crítico del estudiante y convertirlo en el eje- protagonista del proceso formativo estamos favoreciendo el cuarto principio: Autonomía e Independencia. El quinto principio cooperativo-Formación– se relaciona con la eficacia en el cumplimiento de los objetivos de aprendizaje que se logra al aplicar la metodología participativa. También cuando formamos subgrupos de trabajo en clase promovemos el aprendizaje mediante la Intercooperación (6º Principio). Y por último, al desplegar procesos formativos contextualizados, útiles y transferibles a las diferentes realidades socio profesionales de los estudiantes no estamos haciendo otra cosa que tratar de transformar positivamente sus Comunidades de pertenencia, que es lo que nos propone el 7º Principio Cooperativo.
En definitiva, al aplicar durante los procesos formativos la Metodología Participativa estamos promoviendo el aprendizaje de los valores y los 7 Principios Cooperativos, alineados con la filosofía y el propósito de la Escuela de Economía Social.
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Yago Gómez es especialista en formador de formadores y autor/ coautor de las siguientes publicaciones:
- Libro Blanco sobre Metodologías Innovadoras de Formación en la Administración Pública. (2 Tomos) Instituto Andaluz de Administracion Pública. 2018
- Guía para Talleres de Formación sobre los 7 Principios Cooperativos. Escuela de Economía Social y Agencia Andaluza de Cooperación Internacional para el Desarrollo. 2015
- Guía para Docentes. Instituto Andaluz de Administracion Pública. 2012
- Metodología Participativa. Manual de Instrucciones y 50 Técnicas Participativas. (2 Tomos) Instituto Andaluz de Administracion Pública. 2008