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Con motivo de la última edición de Academia de Emprendimiento en Economía Social en Osuna (Sevilla) con el tema «Para una Economía Social Abierta» para confrontar sobre el “para qué” perseguir una idea diferente de economía y sobre “cómo” practicar más los valores y principios cooperativos, tuvimos la oportunidad de entrevistar a Amalio Rey, uno de los protagonistas de las dos últimas ediciones.

¿Podrías darnos una definición de inteligencia colectiva? 

Es la inteligencia que se crea cuando un conjunto de personas hacen cosas juntas.  

Dicho de otra manera, siempre que: (a) se razona, (b) aprende, (c) crea, (d) resuelven problemas o, (f) se toman decisiones en grupo, se manifiesta alguna forma de inteligencia colectiva.  

Un ejemplo sencillo y coloquial: Cinco personas tienen un problema común, pendiente de resolver y ninguna de ellas tiene por su cuenta, de forma individual, una solución adecuada para ello. Deciden juntarse a discutir las posibles alternativas, a compartir datos y puntos de vista, y entonces aflora de esa reflexión común una solución común en la que no habían pensado antes y que sin embargo satisface a todos.   

Se trata además de una capacidad que se desarrolla: aunque los procesos colectivos tienen un componente impredecible y existe una variabilidad notable en sus resultados, un grupo con una composición estable puede aprender a ser más inteligente. Experimentará momentos de gran inspiración y otros más mediocres, pero si pone atención en el proceso y sigue unas pautas para mejorarlo, desarrollará habilidades que le permitan desenvolverse con más y más inteligencia en el tiempo.  

¿Cómo relacionarías la inteligencia colectiva con los procesos de intercooperación entre las empresas de Economía Social? 

Bueno, cuando las empresas cooperan, en realidad son unas personas las que lo hacen. Se reproduce el marco que te comenté antes: hay inteligencia colectiva porque se crea una inteligencia a partir de que un grupo de personas hacen cosas juntas. Las propias empresas son espacios, hacia adentro, para aflorar efectos emergentes positivos que no se obtendrían si los individuos actuaran de forma aislada. Después, cuando cooperan entre ellas, se desencadena un efecto, digamos, de segundo nivel, cuando se ponen en contacto visiones diversas y complementarias. Cada organización suele tener una cultura, una identidad, una forma dominante de proyectarse, así que viene bien que ese ADN se exponga al de otras, para enriquecerse con otras perspectivas. Eso ocurre mucho en los ecosistemas que funcionan bien, que favorecen la polinización, y que lo hacen evitando controlar en exceso.  

Compartir recursos, conocimientos y competencias es también otra forma de ser más inteligentes colectivamente. Lo que saben, y han aprendido, unas organizaciones no lo saben otras. Las infraestructuras generadas por unas, y que tal vez estén subutilizadas, son escasas en otras. Se trata, entonces, de buscar un encaje de esas complementariedades.  

La cooperación es el único camino que tenemos para que la combinación de los agentes genere más valor que la mera suma de las partes. Cuando se hace bien, conseguimos potenciar las sinergias y minimizar las redundancias.  

¿Qué condiciones se deben de dar en las empresas para que se pueda poner en marcha un proceso de Inteligencia Colectiva? 

La (buena) inteligencia colectiva crece y mejora mucho en las empresas si se dan condiciones como estas: 

  • DIVERSIDAD: Más diversidad de los participantes. No hablo solo de “inteligencia” sino de “capacidades”, y eso incluye también talantes, experiencias vividas, conocimientos, etc. 
  • TAREA/DESAFÍO: Elegir bien la tarea o desafío, para que saque realmente provecho del impulso colectivo.  
  • AFINIDAD: Que haya convergencia de propósito. Un propósito compartido.  
  • ARQUITECTURA PARTICIPATIVA: Diseñar bien los procesos de interacción entre los participantes para que sean eficaces y eficientes. Por ejemplo, estructurar bien la conversación para que sea ordenada y se pueda extraer lo más relevante. También, que se defina una propuesta de valor que sea atractiva y justifique dedicar tiempo a colaborar.   
  • RESPONSABILIDAD INDIVIDUAL: Crear las condiciones para que los participantes se preparen bien, se tomen en serio el ejercicio colectivo. Sin criterio propio, sin responsabilidad individual, es difícil que haya una buena inteligencia colectiva.  
  • BUENA FACILITACIÓN: Hace falta contar con personas que tengan habilidades para sumar, para conseguir que los participantes saquen lo mejor de sí. Además de diseñar buenas arquitecturas participativas, como te dije antes, es fundamental que las personas dinamizadoras estén preparadas para facilitar las conexiones.   

¿Qué itinerario se debe seguir en un proceso de Inteligencia Colectiva para la intercooperación? 

No sé si puedo definir un itinerario común para cualquier caso. Cada aproximación puede necesitar caminos y cadencias diferentes. Depende mucho de lo que busquen los socios.  

Creo que, en general, hace falta, primero, un tiempo y un espacio adecuado para conocerse. Esto a veces se pretende hacer de prisa y no funciona. Cuando la gente se acerca a contarse lo que hace, siempre aparece primero lo obvio. Si andas de prisa, te quedas con eso. La gracia está en darse más tiempo, porque es entonces cuando afloran los perfiles más interesantes de cada organización. Por eso yo no estoy a favor de los ejercicios de “networking” light que están tan de moda. El único networking realmente efectivo es el intenso, el pausado, el de pocas personas u organizaciones, que es el que permite conocerse realmente bien.  

Conocerse bien puede dar lugar a la confianza (o no). Para que haya confianza, hay que hacer cosas juntos. Siempre he pensado que la confianza genuina nace de hacer proyectos juntos. Es ahí cuando compruebas si hay química y complementariedades que funcionan.  

Después se necesita paciencia para el encaje entre diferentes. No podemos pedirle a los procesos colectivos la misma precipitación y rapidez con que puede funcionar un individuo o un grupo muy pequeño. A más escala, más pausa se necesita para construir complicidades. A veces abandonamos los proyectos colectivos un ratito antes de que llegue el momento dulce en que encajan todas las piezas. Esto yo lo he visto mucho.  

¿Qué rol tiene la persona facilitadora en todo este proceso de Inteligencia Colectiva? 

De esto ya te comenté antes. Disponer de buenos facilitadores es clave. Tanto con una buena formación como con experiencia. Pero también tengo que decir que la buena facilitación se basa mucho en metodologías, o sea, en un buen diseño de las interacciones. No es un ejercicio arbitrario. Los facilitadores no son magos que basan su éxito solo en su talante. El talante ayuda, pero las metodologías más. Por insisto tanto en el diseño, en que haya pautas y reglas claras de cómo interaccionar entre nosotros, para que ese proceso sea además de efectivo, también afectivo y legitimado. Tenemos mucho recorrido por hacer, todavía, para disponer de los buenos facilitadores de la inteligencia colectiva que necesitamos.  

Muchas gracias Amalio!

Logo Consejería Empleo, Formación y Trabajo Autónomo

Esta entrada ha sido realizada en el marco del proyecto: “Jornadas de networking, capacitación y cooperación para el sistema de emprendimiento en Economía Social» financiado por la Consejería de Empleo, Formación y Trabajo Autónomo de la Junta de Andalucía.

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