En un mundo donde la sobreinformación inunda nuestros días, comunicar para diferenciarnos se hace cada vez más necesario. La comunicación desde el punto de vista de los valores, del impacto, del propósito, no es más que poner nuestra energía en trazar una estrategia para contar al mundo el por qué hacemos lo que hacemos. No es contar qué hacemos ni cómo, sino para qué. De eso la economía social sabe mucho, ya que es un modelo de entidad, de empresa, que conlleva unos valores, unos principios bien definidos, que conforman la esencia, el corazón de este tipo de entidades.
Hoy, tan necesaria es la comunicación en valores y tan urgente el cambio, que en las empresas cada vez más está calando hacer de la comunicación una aliada, para, más allá de vender y buscar el incremento de nuestra cuenta de resultados, lograr el impacto social. Las empresas lo saben y lo hacen. Además, y dicho sea de paso, algunas lo hacen muy bien. Lo hacen con un buen Storytelling, o lo que es lo mismo, contar y transmitir historias de forma efectiva, o haciendo uso del Storydoing, dejando que la audiencia capte el mensaje a través de la experiencia. Ambas son algunas de las técnicas comunicativas que facilitan que logremos el impacto que queremos con nuestra comunicación. El público no quiere noticias, informaciones; quiere historias y experiencias que les hagan sentir, con las que conecten y se identifiquen.
Pero hay otro concepto, al menos para mí, que no puede ir desligado de lo que considero comunicar con valor: la coherencia. Porque la comunicación con propósito no es un green washing. Porque no es decir, es hacer, sentir, SER. Y la entidad ha de ser coherente con sus valores y con lo que promueve. Y es ahí donde las entidades de economía social y solidaria tienen más fuerza para comunicar ese propósito, esos valores que son los cimientos donde se sustentan. Quizás haya falta de estrategia, o quizás de recursos. Lo cierto es que siento que desde la economía social nos falta dar el paso para lograr una buena comunicación que implique el impacto, y que sirva, de igual manera, para la transformación social.
Tenemos todos los ingredientes. El primero, y principal, nuestro propósito, nuestra misión y valores claros. También conocemos ya las herramientas de comunicación más efectivas. Por otro lado, debemos tener en cuenta estas recomendaciones imprescindibles para hacer una comunicación con valores y de impacto en la era poscovid: ser una entidad honesta, transparente, crear comunidad, ser responsable en el ámbito digital (eso también es coherencia) y practicar la comunicación diversa.
Por último, considerar la comunicación con valores como otro compromiso social que deben tener las entidades. En este mundo cambiante y lleno de incertidumbre, la comunicación social, como disciplina, ha de estar continuamente alerta de esos cambios sociales y comunicativos. En este sentido, trabajar desde el punto de vista de la comunicación social y de la innovación social es primordial para dar respuesta a los retos globales a los que nos enfrentamos como sociedad.
Las entidades de la economía social y solidaria debemos apostar por una comunicación con propósito, una comunicación responsable, ética, ésa que pone a la persona en el centro, que promueve un mundo mejor, trabaja la comunicación desde la esencia, desde los valores, y busca el triple impacto.
Una comunicación, además, alineada con los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Una comunicación transformadora que impulse, inspire y promueva el cambio.