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Se puede afirmar sin ningún género de dudas que hasta el cambio de siglo, entre los siglos XX al XXI, las instituciones y organismos internacionales vivían ajenos a las ideas de la democracia económica y del fomento de una economía, la social, de carácter no capitalista. Fue la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la Agencia de las Naciones Unidas para el trabajo y las relaciones laborales fundada en 1919, el primer organismo internacional que puso en su agenda estas cuestiones.  

Sensible a los graves efectos sociales de las políticas económicas del neoliberalismo generadas en los años ochenta del pasado siglo a partir del llamado “Consenso de Washington”, en la Conferencia anual de esa Agencia celebrada en Ginebra hace veinticinco años, en junio de 1999, el colombiano Juan Somavia –primer director general de la OIT proveniente del hemisferio sur– presentó su Memoria «Trabajo decente». En dicho documento se introducía el mencionado concepto, caracterizado por cuatro objetivos estratégicos: los derechos en el trabajo, las oportunidades de empleo, la protección social y el diálogo social. Cada uno de ellos cumple, además, una función en el logro de metas más amplias como la inclusión social, la erradicación de la pobreza, el fortalecimiento de la democracia, el desarrollo integral y la realización personal.

Trabajo decente” es un concepto que busca expresar lo que debería ser, en el mundo globalizado, un buen trabajo o un empleo digno. El trabajo que dignifica y permite el desarrollo de las propias capacidades no es cualquier trabajo; no es decente el trabajo que se realiza sin respeto a los principios y derechos laborales fundamentales, ni el que no permite un ingreso justo y proporcional al esfuerzo realizado, sin discriminación de género o de cualquier otro tipo, ni el que se lleva a cabo sin protección social, ni aquel que excluye el diálogo social y la participación de los actores sociales (representantes empresariales y sindicales) en la determinación de las condiciones de trabajo.

Desde la aprobación por la OIT en esa Conferencia internacional anual de 1999 de la Estrategia para el trabajo decente esta agencia internacional ha realizado importantes esfuerzos para conectar esta forma de organización económica centrada en las personas, es decir la ESS, con el mundo del trabajo representado en la OIT y particularmente con los sindicatos.

La primera acción importante fue la Recomendación 193 de la OIT sobre la promoción de las cooperativas, aprobada en la Conferencia General de la Agencia el 3 de junio de 2002 en Ginebra. Partiendo del principio de que “el trabajo no es una mercancía” recogido en la “Declaración de Filadelfia” de 1944, que constituye la actual Carta reguladora de la OIT, en la parte expositiva de esta Recomendación se señala explícitamente que “la mundialización ha creado presiones, problemas, retos y oportunidades nuevos y diferentes para las cooperativas y que se precisan formas más enérgicas de solidaridad humana en el plano nacional e internacional para facilitar una distribución más equitativa de los beneficios de la globalización”. Añadía esta Recomendación en el Apartado II (Marco Político y Papel de los Gobiernos): “Una sociedad equilibrada precisa la existencia de sectores públicos y privados fuertes y de un fuerte sector cooperativo, mutualista y de otras organizaciones sociales y no gubernamentales. Dentro de este contexto, los gobiernos deberían establecer una política y un marco jurídico favorables a las cooperativas y compatibles con su naturaleza y función e inspirados en los principios cooperativos”.

En la misma línea, ese enfoque del “trabajo decente” en la acción de la OIT se ha concretado en la elaboración de diversos estudios y documentos sobre la ESS y su importancia para la democratización de la Economía, en la lucha contra el trabajo informal, etc. También, en la creación en el año 2010 de la Academia Internacional de la ESS, que anualmente organiza rotativamente una serie de actividades centrales sobre estos temas en algún país del mundo. La última Academia de la ESS de la OIT en forma presencial, su XI edición, se celebró en octubre de 2019 en Madrid, suspendiéndose la edición de  2020 a consecuencia de la pandemia y replanteándose su celebración en forma on line a partir de la XII edición en Portugal.

Sin ningún género de dudas según se puede constatar empíricamente uno de los factores más importantes de generación de pobreza y exclusión social es la existencia de amplios sectores de personas trabajando en las diversas formas de economía informal. A partir de esa constatación, avanzando en los objetivos del “trabajo decente” y en paralelo al debate en Naciones Unidas para definir y aprobar la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible y sus correspondientes Objetivos, Agenda aprobada definitivamente por la Asamblea General de NNUU en septiembre de 2015, la OIT en su Conferencia anual en junio de ese mismo año aprueba la Recomendación 204 para la Transición de la Economía Informal a la formal y en donde se considera que la ESS puede coadyuvar positivamente a esa transición.

Continuando con esa línea de acción en 2017 la OIT elaboró un importante estudio bajo el título “La ESS y el futuro del trabajo” que refuerza el análisis de todas estas cuestiones. En un nuevo paso, el Consejo de Administración de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en marzo de 2022, decidió incluir en el orden del día de la Conferencia Internacional del Trabajo (CIT) que estaba prevista en Ginebra para junio de 2022 un punto relativo a la “Economía social y solidaria (ESS) para un futuro del trabajo centrado en el ser humano”. El objetivo era realizar un debate general sobre esta cuestión en el seno de esta Agencia de las Naciones Unidas para el trabajo y las relaciones laborales. La decisión de incluir esos puntos en aquella Conferencia era una decisión de importancia histórica en el marco de esta agencia internacional ya que, de hecho, era la primera vez que una discusión general sobre la ESS se llevaba a cabo en la Conferencia internacional de la OIT, que es una reunión anual de delegados de gobiernos, trabajadores y empleadores de los Estados miembros de la OIT.

Aquella decisión era reflejo de la creciente atención de los gobiernos y los interlocutores sociales a los modelos económicos centrados en el ser humano, que ponen a las personas, en lugar de las ganancias, en el centro de sus operaciones. También presentaba una oportunidad para arrojar luz sobre la creciente diversidad de modelos empresariales que se basan en valores de cooperación, mutualismo y solidaridad y que combinan objetivos sociales, económicos y ambientales. Un enfoque de la economía centrado en las personas y sensible al planeta es el que está en el centro de la economía social y solidaria. Por lo tanto, una discusión general sobre la ESS en la CIT 2022 era especialmente relevante para los mandantes de la OIT a la hora de abordar los desafíos de la era pospandémica y de una reconstrucción económica y social en términos de mayor justicia social.

Parece claro que la Conferencia de la OIT de junio de 2022 y la “Resolución relativa al trabajo decente y la economía social y solidaria” allí aprobada resultaron fundamentales para generar un clima que permitiera la aprobación por la Asamblea General de las Naciones Unidas unos meses después, el 23 de abril de 2023 y a iniciativa de España, de la primera Resolución sobre la Economía Social y Solidaria para el Desarrollo Sostenible. Este rápido análisis sobre el recorrido de la OIT y su asunción de los valores de la ESS nos permite intuir la importancia que tiene la interactuación con los organismos internacionales para estimular los avances de los movimientos sociales en la construcción de alternativas económicas más justas y democráticas al servicio de las personas.


Emprendimiento Colectivo ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons.

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