Durante el XXVIII Diplomado Internacional, celebrado en la sede de la Escuela de Economía Social, hemos tenido el placer de contar con la visita del secretario general de la Federación de Bancas Éticas de Europa (FEBEA), Daniel Sorrosal.
Durante su estancia en Osuna, nos ha concedido una entrevista para la Escuela, donde ha confesado que “las finanzas éticas en España están avanzando a un muy buen ritmo, con grandes perspectivas de crecimiento”. En dicho encuentro, tratamos todo lo relacionado con la situación actual de las finanzas éticas en España y en Europa; los logros y déficits de las mismas; las actuaciones y proyectos de FEBEA; entre muchos otros temas interesantes.
En primer lugar, antes de entrar en materia, siendo este es un mundo tan complejo y desconocido, me gustaría que explicase, ¿qué son las finanzas éticas y en qué consiste todo este campo?
Las finanzas éticas representan un esfuerzo colectivo de ciudadanos que deciden poner en común su dinero y utilizarlo para el bien común. Aunque en teoría parece un concepto sencillo, en la práctica es algo más complejo.
Este modelo implica que los fondos se gestionan a través de una entidad financiera, como un banco o una cooperativa, en la que los propios ciudadanos son dueños y responsables de definir la política financiera. En esencia, las finanzas éticas buscan recuperar la banca tradicional, aquella que solía centrarse en el desarrollo social, pero haciendo de hombre.
La clave de las finanzas éticas es que el dinero se destina a proyectos que contribuyen al bienestar común. Mientras que en la banca convencional el destino del dinero es incierto, en la banca ética los ciudadanos no solo participan en la toma de decisiones sobre las inversiones, sino que también tienen acceso a información transparente sobre el destino.
Además de fomentar el bien común, las finanzas éticas se rigen por estrictos criterios de exclusión, dejando fuera actividades nocivas como la pornografía, el juego, la especulación, la evasión fiscal, la corrupción o la contaminación ambiental. A diferencia de los bancos tradicionales, que muchas veces priorizan la rentabilidad sobre la ética, las entidades financieras éticas eligen no participar en negocios que puedan perjudicar a la sociedad o al medioambiente, aun cuando esto implique perder rentabilidad económica.
Pero no se trata solo de evitar inversiones perjudiciales, sino de promover activamente aquellas que aportan valor a la sociedad. Se priorizan sectores como la educación, la salud, la vivienda digna, el emprendimiento o la creación de empleo de calidad.
Las finanzas éticas también se distinguen por su enfoque de gestión interna. No especulan en bolsa ni participan en productos financieros complejos. Su misión principal es canalizar el ahorro de los ciudadanos hacia proyectos que realmente lo necesitan. Mientras que muchos bancos abandonan esa función en favor de negocios más lucrativos, las entidades éticas mantienen la intermediación financiera como su actividad esencial.
Para garantizar la equidad, se establecen parámetros de gestión como la limitación de la brecha salarial. Otra clave es la prudencia en la inversión. En lugar de apostar grandes cantidades en pocos proyectos, diversifican los fondos en múltiples iniciativas, evaluando no solo su viabilidad económica, sino también su impacto social y medioambiental.
El propósito fundamental de la banca ética no es generar beneficios para los accionistas, sino crear valor para la sociedad. El dinero es una herramienta para lograr un impacto positivo, y no el objetivo en sí mismo. Si bien es necesario que la entidad sea financieramente sostenible, su prioridad no es maximizar las ganancias, sino garantizar que sus inversiones contribuyan a un desarrollo económico justo y equilibrado.
Cuando una entidad se libera de la presión de generar rentabilidad para los accionistas y en su lugar se enfoca en generar rentabilidad para la sociedad, se abre un horizonte de posibilidades mucho más enriquecedor. En definitiva, ese es el espíritu de las finanzas éticas: un modelo de banca transparente, responsable y comprometido con el bien común.
Ahora, una vez explicado qué son las finanzas éticas, ¿Cuál dirías que es la situación actual, tanto en España como a nivel europeo y cuáles son esos retos que os proponéis a medio o largo plazo?
En España, las finanzas éticas han experimentado un crecimiento notable en los últimos años y aún tienen un gran potencial de desarrollo. Es cierto que el sector bancario tradicional está muy consolidado y tiene una fuerte presencia en el país, por lo que expandir el uso de los servicios financieros éticos requiere perseverancia. Es un trabajo de concienciación, de convencer a ciudadanos y entidades para apostar por este modelo.
A pesar de ello, el sector de las finanzas éticas en España es sólido y va avanzando a muy buen ritmo, con grandes perspectivas de crecimiento. Es necesario seguir divulgando sus beneficios, pero, en general, su evolución ha sido positiva.
En cambio, a nivel europeo, podemos distinguir dos enfoques distintos en función de la región. Existe una división que, curiosamente, coincide con la línea histórica que separa los países de tradición católica de los protestantes. En los países del sur de Europa, las finanzas éticas tienden a centrarse más en las personas y en la dimensión social. En cambio, en los países del norte el enfoque está más orientado a la sostenibilidad.
Como resultado, en el sur de Europa las finanzas éticas han apostado por modelos más colaborativos y diferenciados del sector financiero convencional, lo que les ha permitido crecer más en los últimos diez años. En el norte, las entidades han optado por productos de nicho, como inversiones verdes o sostenibles. Sin embargo, cuando los bancos tradicionales comenzaron a ofrecer productos similares, les resultó más difícil destacar y su crecimiento, aunque constante, fue más moderado.
Es importante aclarar que las finanzas éticas no se limitan a los bancos, sino que incluyen entidades financieras con otras formas jurídicas, lo que permite una mayor flexibilidad. En los últimos diez años, este sector ha crecido de manera orgánica, duplicando su tamaño en ese período. Además, durante la crisis financiera, estas entidades no requirieron rescates ni se vieron envueltas en escándalos, demostrando que practican lo que predican.
Otro aspecto clave es la relación con el sector público. Las preocupaciones que abordan las finanzas éticas coinciden con las de los gobiernos, lo que genera una conexión con las políticas públicas. Ahora, los gobiernos buscan inversiones privadas para complementar sus estrategias, y aquí es donde las finanzas éticas tienen una gran oportunidad: son capital privado, pero con un enfoque distinto. En definitiva, el futuro es prometedor. Si logramos consolidar este modelo, podremos contribuir a mejorar el mundo.
Asimismo, ¿cuál diría que son los logros y déficits que han tenido las finanzas éticas dentro del ámbito de la inclusión financiera?
Es una muy buena pregunta. Al tratarse de iniciativas que surgen desde la base y crecer progresivamente, uno de los desafíos ha sido la inclusión de personas que no forman parte del sistema financiero. Por ejemplo, muchas personas migrantes han tardado en integrarse en nuestra sociedad y no han logrado vincularse con el sector de las finanzas éticas. Se debe a que a este ámbito ha estado compuesto por quienes ya formaban parte del tejido social y económico local: emprendedores, activistas y miembros de la sociedad civil.
La diversidad, especialmente en términos de inclusión, sigue siendo un reto tanto dentro de los equipos de trabajo del sector financiero como en los proyectos que se financian. Aún queda mucho por hacer para garantizar una participación más amplia y equitativa.
Otro aspecto clave es la conexión entre el ahorro de ciertas personas y las necesidades financieras de entidades o proyectos. Muchas veces se supone que quienes participan en las finanzas éticas disponen de cierto nivel de ahorro. Sin embargo, los jóvenes, con los salarios actuales y el elevado costo de vida, tienen dificultades para generar.
Es fundamental involucrar a las nuevas generaciones en este modelo, más allá del ahorro. Es necesario explorar alternativas que les permitan participar de manera activa, ya sea a través de la implicación en proyectos, la toma de decisiones o modelos de colaboración.
El relevo generacional es un desafío que no podemos ignorar. Basta con observar las asambleas generales de las entidades de finanzas éticas donde la mayoría de los asistentes son personas mayores, aquellas que han podido acumular ahorros a lo largo de su vida.
Hasta ahora, ha contado lo que es capaz de conseguir las finanzas éticas y todo lo que engloba a ella. Entonces le pregunto: ¿Cómo seríamos capaces de trasladar todas esas buenas prácticas y principios de las finanzas éticas al resto de territorio?
Digamos que la actividad financiera es, en esencia, intermediación: ahorro-crédito, exceso-déficit. Sin embargo, quizás la otra gran base de las finanzas éticas, igual o incluso más importante, es la participación ciudadana. Se trata de la gobernanza cooperativa o colectiva, de ese impulso común para crear soluciones sostenibles en el tiempo.
Creo que este enfoque tiene un gran potencial transformador que podríamos extender aún más. Hoy en día, muchos jóvenes buscan formas de colaboración a través de plataformas digitales, cuando en realidad ya existen modelos jurídicos consolidados, como las sociedades laborales o las cooperativas. Quizás el problema radique en el desconocimiento de estos modelos de emprendimiento colectivo, que fueron creados hace más de cien años y que la sociedad actual parece haber olvidado.
Por ello, no solo debemos difundir este conocimiento, sino también brindar apoyo. Tal vez debamos fomentar un modelo de emprendimiento más colectivo y menos individualista, asumiendo los desafíos que esto conlleva. Es cierto que si el proyecto tiene éxito, los beneficios deberán compartirse y la ganancia individual será menor. Sin embargo, la fortaleza de los mismos radica en su estabilidad y permanencia en el tiempo.
A su vez, otro desafío que debemos abordar es la integración de la tecnología para potenciar este modelo. La tecnología no es una solución mágica, pero ofrece herramientas que pueden agilizar procesos, optimizar recursos y permitirnos enfocarnos más en el impacto real de las actividades y menos en el esfuerzo administrativo que estas requieren.
No se trata de buscar productividad en términos puramente financieros, sino de mejorar la eficiencia. A menudo, los proyectos que financiamos carecen de personal o de recursos, por lo que cualquier herramienta que facilite su trabajo contribuirá a su sostenibilidad. En este sentido, la combinación de tecnología y diversidad representa una gran oportunidad para fortalecer el modelo de finanzas éticas y su impacto en la economía.
Cambiando de tercio, me gustaría saber, ¿cuál cree que es la relación actual entre las finanzas éticas y otras aproximaciones de ellas, como las finanzas sostenibles?
Es un enfoque muy diferente, quizás porque parten de concepciones de base que, aunque no son opuestas, sí son realmente divergentes. Las finanzas éticas son un proyecto impulsado por ciudadanos que comparten objetivos comunes, siendo la sostenibilidad uno de ellos. Desde esta perspectiva, se construyen mecanismos colectivos para abordar ese problema, con solidez y permanencia en el tiempo. Puede que les cueste más, pero su enfoque es más consistente a largo plazo.
En contraste, existen iniciativas que parten desde arriba, en las que una entidad financiera, por diversas razones, decide lanzar varios productos de inversión, crédito o financiación enfocados en la sostenibilidad. Sin embargo, estos productos suelen estar desligados de la misión global de la entidad. Se implementan porque representan una oportunidad de negocio, porque generan buena imagen en términos de comunicación y marketing o simplemente porque son rentables. Pero no forman parte de un propósito intrínseco.
En el caso de las finanzas éticas, la inversión en sostenibilidad no es un fin, sino una herramienta para promover el bien común. Existen muchas entidades financieras que invierten millones en sostenibilidad y por otro lado, con la mano izquierda, sin que la derecha lo note, contribuyen a la deforestación y la degradación ambiental sin ningún reparo en esa contradicción. Desde FEBEA, nuestra posición es clara: cuando una entidad afirma trabajar por la sostenibilidad desde el ámbito financiero, queremos que toda su estructura se alinee con ese propósito.
Aprovechando que le tenemos aquí, a nivel personal, si crees que existen dos tipos de finanzas éticas. Por un lado, la mercantil y, por otro lado, la social y solidaria. En el caso de que están esas dos almas dentro de la finanza ética, ¿Cuál crees que debería ser su relación?
Desde FEBEA, nosotros valoramos la coherencia interna de cada entidad. No creo necesario que una organización sea absolutamente purista, enfocada únicamente en lo social y solidario, sin margen para otros enfoques. Eso puede ser una opción válida, pero dentro del paraguas de las finanzas éticas también caben otras maneras de trabajar. No deberíamos rechazar a quienes hacen un buen trabajo.
En un sector aún pequeño, no tiene sentido hacer distinciones que dividen más de lo que aportan. De hecho, pueden surgir sinergias entre entidades más grandes, que quizás tienen menos margen de acción, y otras más pequeñas, que pueden hacer más progresos.
Es una visión pragmática, imprescindible en Europa y afín a la mentalidad financiera. Al final, se trata de evaluar proyectos de forma realista: quizás no superen todas las expectativas de impacto, pero si generan un impacto suficientemente bueno, vale la pena financiarlos. No buscamos una solución milagrosa que lo haga mejor que los demás, sino la suma de múltiples esfuerzos que aporten valor.
Me comenta que desde FEBEA intentáis unir todo esto e intentar acabar con esas separaciones, pero sabemos que en este mundo tan complejo existen diferentes vertientes de finanzas éticas y diferentes opiniones de economía. Entonces, ¿cree que existen ese tipo de diálogos y espacios para llegar a un consenso entre esas vertientes?
La prueba es FEBEA. En FEBEA conviven desde bancos con miles de millones en sus balances hasta entidades relativamente pequeñas, cooperativas o no, con apenas diez empleados. Aún con sus diferencias, todos se sientan a la misma mesa y dialogan.
Evidentemente, su percepción del mundo no siempre es la misma y sus experiencias tampoco, pero, de alguna manera, unos enriquecen a otros. A veces, el profesionalismo de las entidades bancarias influye positivamente en las más pequeñas, impulsándolas a profesionalizarse. Otras veces, la implicación y el compromiso de las entidades más pequeñas inspiran a las más grandes, recordándoles que ellas también fueron así y que quizás no deberían perder del todo ese espíritu.
Creo que este diálogo es positivo siempre que se lleve a cabo de manera constructiva, sin que nadie mire por encima del hombro a los demás, ni por cuestiones de tamaño ni por purismo. En FEBEA logramos ese equilibrio, a pesar de nuestra complejidad cultural.
Contamos con personas de distintos idiomas y generaciones. Están los directivos mayores, pero también los más jóvenes, que han viajado más y comprenden los cambios con mayor rapidez. Antes, no era tan común que un francés y un italiano conversaran fluidamente. En FEBEA es algo natural, aunque en su época no lo fuera. Hemos creado un espacio abierto, aunque no para todo el mundo. Es un espacio inclusivo dentro de ciertos límites. No somos tantos como para permitirnos el lujo de dividirnos.
Por último, y para no robarle más tiempo, no quería acabar la entrevista sin hablar de la inteligencia artificial. Ha comentado anteriormente la importancia de la tecnología y sabemos que la UE sacó una ley sobre la IA en la cual se intenta poner esos límites al uso en nuestro continente. Entonces me gustaría saber, ¿cómo cree que ha impactado la IA en las finanzas éticas y cómo ve su evolución en los próximos años?
Pienso que la inteligencia artificial es un tema muy importante. Creo que todavía no ha entrado completamente en los procesos y hay prudencia para ver hasta dónde puede mejorar. Evidentemente, si yo tengo que publicar un anuncio para contratar un empleado nuevo y la IA me lo hace en dos minutos y ahorra media hora de trabajo pues… hay que evaluar hasta qué punto esto es coherente con nuestra misión. La productividad es ganar tiempo, hacer más con menos, y luego, con ese tiempo que nos sobra, ¿qué vamos a hacer? Si lo vamos a dedicar a formar a los empleados, es mejor para que trabajen más y mejor.
Entonces, yo veo que de momento hay prudencia; la gente está esperando. Y sí, el sector, digamos, corporativo está adaptando la inteligencia artificial a las ciudades desbordadas sin pensar mucho en las consecuencias. Pero nosotros tenemos como seña identitaria el pensar en las consecuencias de las cosas, el pensar que este euro aquí o este euro allá tienen impactos diferentes, con lo cual eso imprime prudencia. Y yo no creo que nunca una entidad de finanzas éticas vaya, en cierto modo, a perder nuestro valor añadido. Precisamente, ese contacto humano es entender las cosas, ese a veces apoyar un proyecto, aunque no sea el más viable económicamente, porque tiene sentido, ese tomar riesgos, cosas que son muy difícilmente automáticas.
Así que, entiendo que es muy goloso, pero también entiendo que es peligroso y que en sí mismo no estoy seguro de que vaya a mejorar tanto la actividad. Puede que mejore algo la eficiencia; pues eso es útil. Entonces, utilizarlo inteligentemente puede ayudar. Y lo último que tenemos que hacer es que el crédito lo decida un robot. Lo último, porque entonces acabaremos con un banco normal, y acabaremos teniendo los problemas que tienen los bancos normales cuando les dispara el riesgo porque no lo han visto venir. Así que, quizá no esperabas esto, pero yo creo que va por ahí, que no va a cambiar demasiado.
Emprendimiento Colectivo ha publicado esta entrevista con el permiso del entrevistado mediante una licencia de Creative Commons.