La igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres es una meta transversal directamente relacionada a un desarrollo humano sostenible. Las mujeres representan más del 50% de la población, realizan el 66% del trabajo en el mundo, pero reciben sólo el 10% de los ingresos y poseen el 1% de la propriedad. Ellas son los primeras afectadas por la pobreza.
Las mujeres ya representan la gran mayoría de la ESS: el 66% en Europa, el 70% en Canadá, y hasta el 80% en África. En América Latina son ya el 65%. Ellas ayudan a desarrollar esta forma de hacer economía en todo el mundo, proporcionando servicios esenciales a sus comunidades, desde la creación de empresas y puestos de trabajo, hasta el apoyo a la vitalidad socioeconómica de su territorio.
La Economía Social y Solidaria, con el objetivo de promover la igualdad y el desarrollo sostenible, tiene la capacidad de reducir estas desigualdades (estructuras democráticas, cambio social, primacía de las personas sobre el capital, etc.).
Para la Escuela, los conceptos y las temáticas sobre igualdad de género han estado presentes de forma directa o transversal en todos nuestros servicios, programas formativos y eventos..
Entrevistamos a Charo Aguilera Santos, experta en Género e Igualdad de Oportunidades entre mujeres y hombres de la Escuela de Economía Social.
A pesar de los datos y de esa mayoría, las mujeres siguen siendo muy invisibles….
En general, así es. Los contextos en cada país o zona del mundo determinan en qué medida las mujeres están presentes o no. Las diferencias siguen pesando mucho en las distintas zonas del mundo. Por ejemplo, mientras que en Europa la escolarización es mayoritaria para las niñas y los niños, e incluso penada si la unidad familiar no escolariza a sus hijas e hijos, en otras regiones, la escolarización de las niñas en familias de escasos recursos económicos, es cortada a edades muy tempranas para que se hagan cargo de los cuidados de sus hermanas o hermanos y esa situación no se penaliza, por lo que las desigualdades comienzan a edades tempranas.
En el ámbito laboral, pese a los mandatos internacionales para que las mujeres estén en las mismas condiciones laborales, salariales, educativas, que los varones, las mujeres tenemos menor presencia en los puestos directivos o de “poder” como a mi me gusta denominarlos. Allá donde se toman decisiones trascendentales, donde el factor financiero, las decisiones de inversión son claves, las mujeres tenemos menor presencia, e incluso nula.
Sin embargo, en el ámbito de los cuidados somos la inmensa mayoría. La segregación laboral según el sexo aún es evidente; esto no es bueno ni malo, simplemente es una realidad a contrastable. El problema viene cuando hay mujeres que quieren estar en trabajos tradicionalmente masculinos y encuentran todas las barreras sociales y/o culturales para el acceso y mantenimiento en ellos. Por ello es fundamental el impulso de las diversas Administraciones públicas, tanto en normas que equiparen los derechos de mujeres y hombres y la vigilancia en su cumplimiento, como por la sociedad que aún quiere conservar los roles de género de las mujeres para que sigan estando en el hogar aunque ya estén trabajando también fuera de éste.
Sin embargo, los hombres no se han incorporado en la misma medida a los cuidados del hogar, de las personas dependientes, tanto pequeñas como mayores y todo lo que supone “los cuidados de la vida”. Es un camino que los hombres deben transitar por corresponsabilidad con su propia familia.
¿Cómo crees que se puede poner en valor la contribución y los logros obtenidos por parte de las mujeres en el sector de la ESS. Sin duda algo imprescindible para ayudar a garantizar una mayor consideración de sus necesidades e intereses.
El ejemplo es la mejor demostración de que las mujeres son imprescindibles en cualquier ámbito de la vida, y en concreto en la economía social. Hay un dicho que dice “no eres lo que dices, sino lo que haces”. En este sentido, la economía social y solidaria ha demostrado que da espacio a las mujeres que quieren poner su proyecto laboral en marcha. El ámbito rural podría ser el mejor ejemplo de ello.
Sin embargo, los logros de las cooperativas y de las mujeres en éstas no suelen tener espacio en el imaginario colectivo en relación a la igualdad o a proyectos puestos en marcha íntegramente por mujeres. Es una cuestión de educación desde las etapas en las que chicas y chicos pueden aprender que hay otra forma de crear empresas o proyectos de emprendimiento.
Si preguntas a una persona joven que no ha recibido ninguna formación, a priori, sobre emprendimiento, cómo crearía una empresa, en muy pocas ocasiones verbalizará la opción de una cooperativa. Los avances para que las empresas de economía social y solidaria sean la opción primera comienzan a dar sus frutos. Por tanto, si coeducamos para que las mujeres vean la oportunidad en el cooperativismo, puede que se extienda la percepción social de la conveniencia de este espacio para las mujeres.
Los avances conseguidos han de visibilizarse, y las mujeres han de participar en todos los foros, reclamar espacios y recursos a las Administraciones Públicas, tiempos específicos en los medios de comunicación y en redes sociales. La información es fundamental en estos momentos y quien está presente de forma continuada en estos ámbitos, puede impactar con más fuerza en el imaginario colectivo.
Ya hablando de la Escuela, una de las conferencias que has impartido es «Tres escenarios de tu futuro adelantados por la Economía Feminista (…que ya estás viviendo) “.. cuéntanos sobre esto y cómo crees que puede impactar en las personas y organizaciones que la siguieron.
La economía feminista habla de la interdependencia de la vida, de que las personas nos creemos infalibles, pero podemos tener dificultades de salud en cualquier momento de nuestra existencia y alguien se tiene que hacer cargo de esto. Las sociedades organizadas en torno a la economía capitalista y cada vez más neoliberal, consideran estas cuestiones como asuntos privados, que cada persona ha de resolver sin prácticamente ayuda del Estado, que cada vez es menos “del Bienestar” y más del “es tu problema”.
Es una de las principales criticas que la economía feminista hace a este sistema. Tal y como funciona, alguien tiene que hacerse cargo de los cuidados de las personas que trabajan en él. Por lo general recaen sobre las mujeres, pero hay que hacer una reflexión por parte de toda la sociedad para acordar qué hacemos no sólo con los cuidados, sino también con la vida que merece ser vivida.
Espero que las personas que escuchan y se interesan por este tipo de contenidos, al menos se planteen de forma personal, qué pueden hacer, cómo organizarse de forma comunitaria para afrontar estas cuestiones.
Considero que es un éxito que la Escuela facilite ese tiempo de formación y manifieste su apuesta por incorporar ideas que están en el debate, aunque no sea el mayoritario. Para mí es un privilegio despertar interés, curiosidad, incluso una reflexión personal en quienes participan en esta formación. Espero que el mensaje vaya calando…
En la formación que impartes en la Escuela, sobre perspectiva de género e implantación de planes de igualdad, uno de los objetivos es Implementar la perspectiva de género y la igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres en la ESS, sensibilizando y concienciando sobre la realidad, los progresos y los desafíos de las mujeres en la ESS.¿Cuál crees que es el impacto?, ¿ves diferentes reacciones entre mujeres y hombres que participan?
Sería muy interesante hacer un seguimiento, a medio plazo, sobre el impacto de las formaciones en las personas que las cooperativas envían a capacitarse a la Escuela. Por mi forma de impartir las sesiones sobre igualdad, intento que los hombres asuman que la igualdad no es una cosa de mujeres, sino que necesitamos de su implicación directa, no sólo en las cuestiones directamente relacionadas con sus cooperativas, sino también en su vida personal.
Es absolutamente lícito que, además de lo que se les supone de serie en relación a los cuidados, las mujeres sean ambiciosas y opten a puestos de poder en los órganos de gobierno de su cooperativa; también es lícito, recomendable y deseable que los hombres se incorporen a los cuidados, que tejan redes entre ellos para organizarse y cuidar a familiares, ya sean menores o mayores. Que los hombres integren que si no están presentes en los cuidados, a través de relaciones afectivas, de la expresión de emociones que les han sido vetadas, hacia sus familias supone una pérdida irreparable. Por eso insisto en la corresponsabilidad, no tanto en la conciliación, mucho más ligada a acciones específicas para las tareas de cuidados de las mujeres hacia la familia.
En definitiva, el proceso de reflexión por el que pretendo llevarles, tanto a mujeres como a hombres, a través de las diferentes actividades que les propongo, va en la línea de sensibilizar sobre las desigualdades pero también en las propuestas de acción por ambos sexos. En las sesiones, tanto presenciales como virtuales, nunca he tenido ningún incidente, más bien al contrario, tanto hombres como mujeres me trasladan que han reflexionado sobre la cuestión y les despierto el interés. Soy consciente que no puedo conseguir grandes cosas, puesto que son costumbres, ideas, estereotipos muy marcados y que el trabajo debe ser constante, pero al menos, han tenido esa sesión para reflexionar.
¿Qué desafío clave crees debemos tener en cuenta?
Creo firmemente que las empresas de la economía social y solidaria deben apostar por los empleos de calidad, tanto para mujeres como para hombres. Si se extiende la idea de que las cooperativas, independientemente del sector, son espacios donde se trabaja con salarios iguales a igual trabajo, no hay brecha salarial, tampoco hay techos de cristal, sino que las mujeres pueden acceder a puestos de poder, de toma de decisiones en igualdad de condiciones respecto a los hombres, es evidente que esto atrae el talento femenino, habrá muchas más mujeres que quieran optar a formar parte de las cooperativas.
Por ello hay que tomar medidas sobre la escasa representación en los órganos directivos de las cooperativas, y ser exigente con las Administraciones Públicas para que la economía social tenga el espacio que se merece en los debates sobre medidas específicas sobre el sector. Las cooperativas igualitarias deberían ser impulsadas por el sector público como ejemplo de que, efectivamente, se puede generar economía y riqueza también con esta fórmula.
Es necesario que la igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres sea transversal, que cada cooperativa se responsabilice de implementar un plan de igualdad, que tenga seguimiento y lo revise cada cierto tiempo, que muestre en su web como una parte de su responsabilidad social, los datos de participación según sexo en sus órganos de gobierno, cómo se reparten los beneficios y cómo impactan en sus cooperativistas, pero también en la comunidad en la están asentadas estas acciones en igualdad.
Otro de los desafíos es la generación de confianza en las propias mujeres de su capacidad no sólo para el trabajo, que la tienen de sobra demostrada, sino también para alzar la voz y generar empresas de economía social y solidaria. Las diversas barreras y trabas a la puesta en marcha y desarrollo de empresas cooperativas suponen un esfuerzo para cualquiera, pero en el caso de las mujeres, tal y como está la sociedad estructurada, para ellas el esfuerzo es doble. Por ello, la eliminación de estas barreras ha de ser otro desafío para iniciar el emprendimiento, y eso, a veces, también pasa por la necesidad de crear foros donde compartir experiencias, obstáculos, fallos, e igualmente, conocer casos exitosos, visibilizar mujeres con nuestros mismos recursos (escasos por lo general), cargas familiares, etc.